Páginas

sábado, 17 de abril de 2021

Patricia Lara y su narrativa

                                                     Volviendo a inicio

El mar estaba de un azul precioso, ni obscuro como cuando empezaba a atardecer o amenazaba lluvia, ni demasiado claro, como en las piscinas.  Era un azul celeste hermoso, reflejando un cielo con apenas nubes que parecían copos de algodón, ligeras y traslúcidas. Sí, era un día hermoso y el ambiente aún no se llenaba de la humedad de otras mañanas, estaba fresco. Nora calculaba unos 22 grados, casi frío para los habitantes nativos; pero para ella era como un suave verano. Sin embargo ya no se dejaba engañar por el clima apacible de las mañanas, como aquella. Las tardes podían ponerse obscuras y de pronto caer una lluvia tan pesada como una cortina e incluso llegar a una tormenta pasajera.  Cuando eso ocurría, los turistas corrían a buscar uno de los innumerables bares frente a la costanera.

Era temprano, las 8 menos 5. El bus llegaría en punto, como siempre.  Y Nora empezaría otro día de turismo sola, como la última semana.  Recordando… Tres años atrás, todo parecía un cuento de hadas, ¡qué frase trillada!, pero así se sienten los jóvenes cuando están recién casados y parece que son la pareja perfecta. ¡El ser humano es tan predecible!  Esteban, su esposo, le había dado el gusto llevándola de luna de miel a Hawai, aunque él continuaba pegado a su computadora portátil, casi no había emitido una sílaba desde que salieran del hotel e iniciado las visitas guiadas.  Salvo en el Luau, donde se había mostrado extrovertido y conocedor de la cultura local, lo que sorprendió a Nora, dado que no se había mostrado especialmente entusiasmado en los días previos al viaje. Luego, ella se preguntaría si su flamante esposo sería tan calculador que se había comportado exactamente como lo haría ante uno de sus futuros jefes en la Unidad de San Diego.

Toda su luna de miel se reduciría entonces a eso: mañanas de turismo con  apenas conversaciones sobre el hermoso paisaje que los rodeaba, ni siquiera compartir la atmósfera de silencio y sobrecogimiento, que como si fuera una catedral, embarga a los turistas cuando pasan sobre la figura del Arizona, que en días soleados y con una mar como la de este día, permite verlo como si fuera un gigante marino recostado en el fondo del mar. Para él todo había sido conexiones de negocios, oportunidades de ascenso e impresionar a sus futuros jefes y medir a los rivales, reales o imaginarios.

Con el correr de los días, Nora se daría cuenta que, a pesar de amar profundamente a su esposo, es ahora que lo estaba conociendo realmente.  Antes todo había sido un espejismo o… ¿sería que sencillamente no lo quiso ver desde el principio?  Él siempre fue así, era ella quien se había puesto un antifaz, deseando salir de un hogar donde había visto la misma escena; pero con una gran diferencia, su madre lo había aceptado, se había dedicado a una vida de ama de casa y señora de clase media alta, alternando en fiestas, reuniones y voluntariado, dejando el compartir con el esposo el poco tiempo que el mundo de los negocios le dejaban, todo por mantener el estatus al que estaba acostumbrada. Pero Nora era diferente, desde niña le había gustado la fotografía, sobre todo en blanco y negro, le parecía tan elegante; ahora quería viajar y capturar en su cámara todo lo hermoso que el mundo le ofrecía, solo que había elegido al compañero menos indicado.  En otra realidad, con otras prioridades, tal vez él fuera el compañero perfecto, trabajador, ambicioso, inteligente; pero no era para ella.  Le costó aceptarlo tres años, y ahora que habían decidido separarse, ella empezaría de nuevo.

 Y por eso había vuelto a Honolulu Por eso esperaba el bus de turismo en el mismo hotel donde habían pasado aquella vez.  Y luego de una semana aquí, por fin estaba lista para visitar el Memorial, porque era allí donde había tenido esa extraña sensación de dejà vu, al pasar sobre el Arizona, al subir al Missouri, se había sentido en un lugar familiar y no entendía por qué.

Habiendo nacido en un país latinoamericano, en vías de desarrollo pero con la suerte de pertenecer a ese mínimo porcentaje de clase media alta que podía estudiar fuera y cuyo padre era un conocido empresario; esa atracción por el mar, primero, y luego por  la fotografía, no se entendía  de dónde le venía; pero hoy estaba aquí  y se iba a permitir hacer y disfrutar todo lo que no había podido en aquel primer viaje de luna de miel, que luego recordaría con un sabor agridulce.

El bus llegó y para ese momento ya había muchos turistas esperando, incluso  a un viejo marino retirado lo reconoció por el antiguo uniforme, pues lo  había visto en las fotos de la época, iba acompañado de un niño de unos ocho años, ambos se veían tan a gusto juntos que se sintió un poco envidiosa. Recordó a su abuelo y los pocos años que lo había disfrutado, le era fácil comunicarse con él, más fácil que con su padre; tal vez por esa sabiduría que los años permiten, haciéndonos entender lo que realmente importa antes del final.

 Todas las visitas la emocionaron, tomó un millón de fotos a color, para poder tener la paleta completa de colores: un azul cielo suave, casi pastel, el azul fuerte del mar, el blanco de las olas como perladas contra la playa, el verde de la hierba en los campos por los que el bus pasaba, y a lo lejos se seguía divisando el mar, como telón de fondo y el cielo; la línea de horizonte entre ambos era muy tenue, como si de verdad se tocaran.

 Al medio día llegaron a Pearl Harbor, almorzarían y luego continuarían con el recorrido del Memorial y al fin, la visita al Missouri, lo que no entendía por qué la perturbaba un poco. El bote de turismo dio varias vueltas alrededor del parque, mientras el guía explicaba la historia de cada embarcación hundida sobre la cual pasaban, el Arizona siempre despertaba ese sentimiento de sobrecogimiento, de nostalgia, incluso a los extranjeros: saber que había más de 1500 cuerpos ahí abajo, a cualquiera le causa un extraño sentimiento, tal vez de agradecimiento por no haber nacido en esa época, tal vez por estar simplemente vivo en el aquí y ahora.

 Cuando terminó el recorrido, cada pasajero elegiría su actividad hasta las 18 horas, cuando se encontrarían en el punto de encuentro y volverían a sus hoteles. Nora eligió ir al Missouri, nuevamente esa sensación cuando vio la figura que representa al marinero que regresaba al terminar la guerra y besa a una enfermera en el muelle de Nueva York, foto famosísima, y ella quería llegar a eso, tener oportunidad de captar fotos tan llenas de emoción como aquella o como la que está como mural en la cubierta del barco, donde  constan  todos los testigos de la firma para el término de la guerra con Japón.

Y en las cámaras anteriores hay otras fotos, más pequeñas, menos famosas pero igualmente emotivas, de hombres y mujeres de la época, reunidos en grupos, celebrando el fin de la guerra.

 Al recorrer los pasadizos de las cubiertas vio nuevamente al viejo marino y al niño. El anciano le señalaba una vieja foto, un grupo, con uniformes y varios civiles, probablemente funcionarios  periodistas. Nora se acercó para ver la foto que llamaba tanto la atención del viejo marino, quien al notar su presencia, se hizo a un lado y la vio, asombrado, al seguir su mirada. Nora se vio a sí misma en la foto, con una cámara antigua en la mano, sobre esa misma cubierta, riendo con un grupo de soldados, casi 60 años atrás.

                                                    Dra. Patricia Lara


         SIEMPRE CAMBIA

El artista dejó el pincel en su mesa de trabajo, tomó distancia del cuadro que pintaba y lo comparó nuevamente con el objeto de su inspiración: la pequeña laguna en el prado, detrás de su cabaña.  “¡Imposible! -se dijo-, aunque tardara mil años, nunca podría plasmar en un lienzo todos los cambios de tonalidades que la luz refleja en la superficie cambiante del agua… ¡Es como la vida!, siempre cambia”.

 

                                    SEMBLANZA DE LA DRA. PATRICIA LARA

La Dra. Casilda Patricia C. Lara Flores es natural de Guayaquil. Sus padres: Dr. Hugo Lara Romero, guayaquileño y la Sra. Casilda Flores García, riobambeña. Cursa estudios primarios y secundarios en el Colegio María Auxiliadora de la ciudad de Guayaquil, graduándose como Bachiller en Humanidades Modernas.  Paralelo a sus estudios principales, estudia inglés en la Academia de Lenguas Bénédict, obteniendo su título correspondiente.

 La Universidad Católica de Santiago de Guayaquil le otorga muchos lauros: Estudia Medicina, obteniendo título de Doctor en Medicina y Cirugía, para posteriormente hacer su especialidad en Anestesiología y Reanimación obteniendo así título de Especialista en Anestesiología. Dedicándose a la anestesia en pediatría, obtiene su título de subespecialidad o segunda especialidad Anestesiólogo Pediatra, donde también obtuvo el título de Máster en Gerencia de Sistemas de Salud. Desde el año 2001 es docente del Post grado de Anestesiología y Reanimación, teniendo varias cátedras a su cargo. Es docente del Post grado de Terapia Intensiva Pediátrica con la cátedra Analgesia y Sedación.

 Ha participado activamente en asuntos gremiales, ocupando varios cargos de directorio en la Sociedad de Anestesiología del Guayas, de la cual es miembro activo. Ha realizado cursos de la especialidad, muchos de ellos en los EE.UU., Chile y Argentina. Su conocimiento del idioma inglés le facilitó ser parte del grupo que visitó Texas con el grupo Por Cristo durante un entrenamiento en su periodo de residente de anestesia en el Hospital Alejandro Mann.  Así mismo fue residente de anestesia y ha colaborado con las misiones médicas norteamericanas que visitaron el hospital Alejandro Mann y luego Roberto Gilbert, tanto en cirugía cardiovascular, traumatología, urología y maxilofacial.

Colaboró con la Fundación Rostros Felices, a cargo del cirujano plástico Jorge Palacios; con quienes visitó varias regiones del litoral, junto con los grupos norteamericanos que efectuaban cirugías reconstructivas en personas de escasos recursos. Hizo su residencia de Anestesiología en el hospital Alejandro Mann, desde 1990 hasta  1993, en que se integró al staff del mismo centro hospitalario. Fue médico anestesiólogo del Hospital Alejandro Mann y luego del Roberto Gilbert hasta el año 2010, donde fue Jefe del Departamento de Anestesiología, cargo que cumplió hasta el año 2020.

 Actualmente ejerce su actividad profesional como anestesiólogo pediatra, privadamente. Su afición a las artes, narrativa, pintura, fotografía, música, la han tenido siempre en contacto con actividades afines. Integra el taller literario, dirigido por el escritor y crítico de arte Daniel Calero Solís.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tus palabras.