AFECTOS
I
Estaba prohibido hablar de afectos
que la sangre borrara sus huellas
y en el destierro bajo la luna llena
nos culparan por los prohibidos encuentros,
cuales condenados y amartelados enfermos
desintegrándose en deseos inapropiados,
como si pecaran, como depravados
que se degluten en besos al sol
incrustando espinas en el corazón
y finalmente… ¡en un adiós morirán mutilados!
II
Afectos aguardan bajo nuestra piel
nos arañan desde dentro
desde un pseudoconsciente
óseo y hueco
transmite latidos en tonel,
sentimientos que no palpan ni se pueden ver
es un mecanismo en sedición
que era mejor blindar o no tener motivación
¡Que no hablemos, he dicho!
toquen guitarras, canten cosas sin sentido
al calor del mediodía… al sol.
III
Callen, cierren bocas y picos
y el viento enmudezca
en torbellinos de catarro.
Afecto…
apego patológico,
beso, orificio, nervio
pulsión, mezcla arrogante
galopante magnetismo
que en el viento musita
seca ese rostro afligido
emergido de la decepción
que ninguno y nadie se atreverá a mencionar.
Intercalamos nuestra vida
entre días buenos y semanas malas,
señalamos una ruta que desconocemos
donde nos reconocemos y también nos olvidamos.
Odiamos la máscara de la estabilidad
mientras dentro en cada uno
entre llamaradas y humo
gritamos, arremetemos
contra las cosas para destrozarlas.
Fui exiliado a patadas del espacio
donde anida la piedra
entre tu 2da y 5ta costilla,
con las pastillas y las pócimas
fue mi último e íntimo contacto
para poder lidiar con el demonio
que esperaba sentado vernos consumir a besos.
Fue inigualable.
Nadie más cometió tantos pecados
y pude desvestirte el alma
a medianoche con un cigarrillo
con la piel junta en ese espacio enmudecido
que nos pedía fluir entre tensiones
para que puedas descansar tranquila,
mirarte hasta que la alarma suene
y nos diga que ya es hora de irnos.
Te acompañé al hospital
porque no quisiste molestar a los tuyos
y estuve yo, pensaste en mí
te acompañé, la enfermera llamó
y al escuchar tu nombre tomé tu ropa
luego me senté y la señora de junto
me preguntó: ¿A qué hora saldrá su esposa?
sonrojé, sonreí
el gesto lo ocultó la mascarilla.
Aunque nada nos une
ni sangre, ni apellidos
hoy solo vine a acompañarte
porque no hablaste a los tuyos
yo estuve allí
como un escapado de sus líneas,
el amante más absurdo
con el que siempre cuentas
el que sirve para algo
no tu amigo ni tu allegado
porque esas son formalidades
pero la señora a mi lado
me preguntó por mi esposa
y no la desmentí
imagina si lo fueses,
ser algo mío, al menos prestado,
mi esposa por un instante
hasta que la vida nos vuelva polvo
sople el viento y nos arrastre
para así volver a juntarnos.
UNA VOZ EN EL ENCIERRO
I
Al final
de la jornada
Esperar reunirnos y la vida retome su vía
de abrazarnos otra vez.
Partieron sin despedirse
quebrantos de recordar son los que quedan
a quienes el tiempo solo dilató,
la sombra nos robó el aliento
creímos escuchar un chasquido
y la muerte quizá siguió su paso
con miedo tal vez temprano, quizás tarde
¡Fe, nunca nos faltes!
y al final de la jornada
encontrar el abrazo que en casa nos espera.
II
251220
Año de perturbaciones
entre corazones que dejaron de latir
le pedí al destino: ¡Dame tregua!
no me dejes a un lado del camino.
Leí entre lápidas una leyenda
que rimadas sonaron a versos de amor
un coro, una melodía rockera y pegajosa
y entendí entonces que los ángeles
también te dan la espalda.
Se inunda un hogar cuando sonríen los niños
el beso de una madre esperando
es la fuente que jamás agota
en la oscuridad de una o mil pandemias.
Semblanza
Henry
Daniel López González, ecuatoriano, oriundo de la cuidad del Guayaquil. Médico
de profesión y especialista en Psiquiatría, labora en un hospital de la ciudad.
Además, dedica tiempo a la escritura y lectura literaria entre sus ocupaciones
lo que considera un escape a todo lo convulsionado del ritmo de la vida actual.
Foto: Cortesía del autor.
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