Parnaso [in]completo de un país
imaginario
(antología hecha por un poeta menor)
Richard Jimenez Almeida
guardo en mi armario todo un arsenal de
muertos
son cadáveres empolvados
mis manos han ensuciado
lo que alguna vez fue
el nombre de uno de ellos
Mis
adorados muertos, Juan Romero Vinueza
El río numerable de los años
los ha perdido; eres una palabra en un
índice.
A un
poeta menor de la antología, Jorge Luis
Borges
Ah, poetas de mi tierra,
poetitas de mierda
con quienes aprendí a conocer
una nueva enfermedad:
la trinofobia.
Poeta
en bicicleta, Raúl Arias Chancusi
PROEMIO
la semilla. el ave… del pico
a la tierra, de la
tierra el árbol, del árbol
las hojas y entre las hojas el
nido. en el nido el papel,
en el papel la tinta y en la
tinta las letras. el pichón
lee, el pichón vuela y la rama
se quiebra. el árbol crece,
el árbol se seca. la semilla,
el ave y el árbol. el nacimiento,
el vuelo y el libro:
algunos cortaban cabezas,
decapitaban; otros las
llenaban de números
cabalísticos, las estilizaban; y
otros las reducían, como
tzántzas.
—Los
modernistas decapitados—
Primer
caso: Mercedes González Moscoso
(Guayaquil,
1860 – Quito, 1911)
Intimidad
doméstica
quien ve ternura en la
muerte, no ve los terrores
que se esconden en las
cuatro paredes de una casa.
¿y si los huesos en el
hormigón? ¿y si el tedio en las labores diarias?
¿y si el nieto se pinchó con
el huso y murió dentro de una caja de fósforos?
todo está permitido si tu
intimidad se vuelve un libro de recetas.
todo, fermentada vejez que
anima hasta a las muñecas de mayólica.
ten cuidado, si abres las
puertas de tu casa, pueden escapar los yokai.
Segundo
caso: Ernesto Noboa Caamaño
(Guayaquil,
1889 – Quito, 1927)
La
sombra de alas rotas
el flaneur cuyas alas están
roídas, vuelve al sitio de su nacimiento:
un puerto donde atracan barcos
ebrios y paisajes etílicos.
las sirenas ya solo lo
llaman para venderle un billete de lotería,
o el diario matutino. sujeta
su propia cabeza entre las manos,
la mece, le canta una nana y
espera que esta exhale el último
decadente y agónico
quejido.
Tercer
caso: Humberto Fierro
(Quito,
1890 – ídem, 1929)
Mal
taciturno
como el gautama sentado a la
sombra del bodhi
dejaste que la muerte te
constriña entre los pelos
de su axila. tu corazón se
detuvo debajo del aguacatero.
al caer la última hoja…
volviste pintura tu lírica
y plástica tus palabras.
Cuarto
caso: Arturo Borja
(Quito,
1892 – ídem, 1912)
Orfandad
del botón
tu ojo derecho era un botón,
y se cayó.
abriste los botones de tu
carne, luego el cierre-esternón.
ahí estaba tu corazón que
flotaba en morfina.
le diste un botón a tu
amada, pero se lo tragó y se asfixió.
le diste un botón a los
amigos y a los censuradores.
te indigestaron de botones y
te mató la peritonitis.
tú, botón, solitario y
huérfano en una gabardina.
Quinto
caso: José María Egas
(Bahía
de Caráquez, 1896 – ídem, 1982)
Ungido
no moriste joven, pues la
innombrable divinidad
te fulminó la frente e
inyectó tu lírica con misticismo.
por ello, tampoco te subiste
a la motocicleta de tu hermano
hugo mayo. Ahora te
encontramos en revistas añejas
de santiagos de la vorágine.
Sexto
caso: Medardo Ángel Silva
(Guayaquil,
1898 – ídem, 1919)
El
bardo a su cofradía
niño al que el animero
amenazó:
«te besará el cristo que
volvió sifilíticos a los yo líricos franceses.»
y así posóse aquellos labios
de leprosorio en la sien,
un beso brutal cual abrazo
de montaña y succión de la ría.
aún te beben en cantinas
mezclado con jugo de naranja,
y tus hojas las convierten
en humo en las cárceles.
mezclado con tripa de
colchoneta y trapos.
—Los
clubsiéticos—
Primer
caso: Gastón Hidalgo Ortega
(Guayaquil,
1929 – ídem, 1973)
Preguntas
a un poeta que dejó de hablar
¿cómo pertenecer al club bartleby?
«te lo diré.
debes, de golpe y mejor si
es lunes, silenciar tu pluma.»
“preferiría no hacerlo”,
preferiría ya no escribir.
al igual que rulfo se me
murió mi tío celerino.
¿cómo pertenecer al club 7? «te
lo diré.
debes, de repente cualquier
día, cultivar al menos
la deriva existencial y la
floración íntima.»
¿cómo convertirte en
heredero de lautréamont?
«te lo diré. solo se debe
entender la tiniebla del alma humana.»
Segundo
caso: Carlos Benavides Vega
(Guayaquil,
1931 – Quito, 1999)
El
pescador de estrellas
o
Dramaturgia
del verso
se abre el telón, primer
acto, primera escena:
un adolescente vestido de
mecánico.
segunda escena: del techo
baja un anzuelo.
se cierra el telón.
se abre el telón, segundo
acto, primera escena:
el adolescente, ya crecido,
es pescado.
segunda escena: lo destripan
en cubierta.
se cierra el telón.
se abre el telón, tercer
acto, primera escena:
un arúspice examina las
vísceras.
segunda escena: las lee, es
proclamado poeta.
se cierra el telón, fin.
Tercer
caso: Sergio Román Armendáriz
(Riobamba, 1934)
Regreso
a Ítaca
salió del puerto, de guayaquil;
muchacho desnudo.
los huancavilcas le dieron
embarcación y sustento.
cámara de video en mano;
bitácora de la travesía.
exiliado del sur, como
tantos otros equinocciales.
una brisa, sal de sexo,
transformó la madera en plumas;
el trajinar de mil años lo
volvió quijote.
ahora el mar lo tiene solo
como un recuerdo.
Cuarto
caso: Ileana Espinel Cedeño
(Guayaquil,
1933 – ídem, 2001)
Dulce
como el Valium
cómo te lo puedo decir
querida eurídice,
cómo si no quiero sonar a
zapato roto.
tu orfeo andrógino, tu
adorado unicornio de cristal
yace amarrado a un guayacán.
lo asaetaron con 20 balazos
y dos tallos de clavel.
llora niña, llora mi dulce
corazón de valium.
que la farmacología del
verso te traiga sosiego.
Quinto
caso: David Ledesma Vázquez
(Guayaquil,
1934 – ídem, 1961)
Adorado tinieblo
rostro calvárico de narciso
agripado,
ojos de querube disuelto en
anilina,
labios yertos y orquidáceos.
voz de santo y prócer
apátrida,
belfo de clark gable,
cuello de cisne, abrigado
por una corbata amarilla.
pecho sostenido por un
esqueleto de esperma,
sexo de amatista, argamasa y
tela.
muslos de bailarina, pies
edípicos.
erotismo terrible e
incierto.
yaces desnudo en cuadro
obsceno.
—Reductores
de cabeza—
(Unos
tiernos y otros insolentes)
Primer
caso: Alfonso Murriagui
(Quito,
1929 – ídem, 2017)
Hermano
abuelo
quien caminó por un frugal
sendero,
ascendió por bifurcadas
montañas de colonial cemento,
y trotó calles hasta que su
sombra se sentó en una banca;
quien fue hermano del resto
y abuelo de todos,
el que puso en manos de los niños de la calle ese
animal extraño llamado
poesía;
un sujeto que convocó al
pueblo
y les habló del hombre
nuevo,
mientras las plazas y los
barrios dormían.
ese hombre, compañeros,
merece el cielo.
Segundo
caso: Euler Granda
(Riobamba,
1935 – Portoviejo, 2018)
En
el consultorio
«doctor, hay algo que no
funciona en mi cabeza,
creo que un chimborazo
crece, está que empuja
mi alma para afuera.»
el doctor: «recuéstese, deje
que este bisturí
encuentre a su yo más puro.»
«¿y si me muero y reencarno
en una abominación:
una mosca de la fruta, un
reloj cucú, o peor, un poeta?»
el doctor: «no tema, ni se
preocupe, si eso llegara a suceder
yo mismo le saco la madre.
con este instrumental
le saco hasta el penúltimo
poema.»
Tercer
caso: Ulises Estrella
(Quito,
1939 – ídem, 2014)
35mm
odiseo, ¿sabías que la distancia entre la
tierra y la estrella más
cercana es tan solo de
35mm años luz?
¿sabías que es la misma
distancia requerida
para que un peatón recorra
toda la ciudad de quito
en pantalones vaqueros?
¿no lo sabías? es la misma
extensión de un testamento,
lo que debe durar un beso,
el diámetro de un ombligo,
la circunferencia de un
cráneo y la longitud de un soneto.
Cuarto
caso: Humberto Vinueza
(Guayaquil,
1942 – Quito, 2017)
Aguacero
de gallinazos
mundo carroñero; picotazo y
picotazo.
mundo lascivo, mundo
podrido.
necesitas de una lluvia de
gallinazos
que vengan a limpiar todas
tus inmundicias,
que vengan con un lenguaje
abyecto y trasgresor.
Quinto
caso: Sonia Romo Verdesoto
(Quito,
1943)
Café
77
mientras las señoritas bien
portadas
duermen debajo de edredones
falsos,
una mujer recita cómo
cambiar
el flujo sanguíneo de las
calles.
hasta los pozos de café se
levantan
a aplaudirla.
Sexto
caso: Raúl Arias Chancusi
(Quito,
1943)
Cabeza
de alfiler
querido san raúl, patrono de
otros tiempos.
lamento informar que aún
existen poetitas
amantes de la coprofagia.
aún se los puede ver en
estanques de pirañas,
sirviendo carne y siendo
carne.
aún los vemos tomar del
mismo vaso,
luego de haber escupido
dentro de la botella.
aún los vemos dejar pasar el
transporte público,
porque ellos viajan en las
blasfemias.
poetitas que lejos de ser un
ejemplo
son una advertencia,
que olvidaron ser
irreverentes
por estar preocupados de las
antologías.
poetitas de reflector y acera,
de naturalezas muertas.
almas impuras de un parnaso
inexistente.
autodidactas por
correspondencia,
amnésicos de lo telúrico.
seres guardados en el cajón
de un burócrata.
electricistas y
electrocutados.
convalecientes de la última
purga,
millonarios enclenques y
eclécticos.
hijos del patio de atrás.
si los reunimos, todos caben
en la
cabeza de un alfiler.
(Quito, 28 de noviembre de 1988). Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y Máster en Estudios de la Cultura (Mención Literatura Hispanoamericana) por la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito. Fundador y miembro activo de la Revista Literaria Independiente Matapalo y Revista Heptaedro. Investigador independiente, redactor de contenidos en Revista Súper Pandilla (suplemento infantil de diario El Comercio) y documentalista en diario El Comercio de Ecuador. Colaborador recurrente de la Revista Máquina Combinatoria.
Con este poema, Richard Jiménez obtuvo una Mención de Honor en el III Concurso Nacional de Poesía "David Ledesma", convocado por el Centro Cultural Ecuatoriano Medardo Ángel Silva y Ecuador Literario.
Foto: Cortesía del autor
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