lunes, 8 de febrero de 2021

Parnaso [in]completo de un país imaginario - Richard Jiménez


Parnaso [in]completo de un país imaginario

(antología hecha por un poeta menor)


 

                                                       Richard  Jimenez  Almeida

 

guardo en mi armario todo un arsenal de muertos

son cadáveres empolvados

mis manos han ensuciado

lo que alguna vez fue

el nombre de uno de ellos

 

Mis adorados muertos, Juan Romero Vinueza

 

El río numerable de los años

los ha perdido; eres una palabra en un índice.

 

A un poeta menor de la antología, Jorge Luis Borges

 

Ah, poetas de mi tierra,

poetitas de mierda

con quienes aprendí a conocer

una nueva enfermedad:

la trinofobia.

 

Poeta en bicicleta, Raúl Arias Chancusi


PROEMIO

 

la semilla. el ave… del pico a la tierra, de la

tierra el árbol, del árbol las hojas y entre las hojas el

nido. en el nido el papel, en el papel la tinta y en la

tinta las letras. el pichón lee, el pichón vuela y la rama

se quiebra. el árbol crece, el árbol se seca. la semilla,

el ave y el árbol. el nacimiento, el vuelo y el libro:

algunos cortaban cabezas, decapitaban; otros las

llenaban de números cabalísticos, las estilizaban; y

otros las reducían, como tzántzas. 

   

—Los modernistas decapitados—

Primer caso: Mercedes González Moscoso

(Guayaquil, 1860 – Quito, 1911)

 

Intimidad doméstica

quien ve ternura en la muerte, no ve los terrores

que se esconden en las cuatro paredes de una casa.

¿y si los huesos en el hormigón? ¿y si el tedio en las labores diarias?

¿y si el nieto se pinchó con el huso y murió dentro de una caja de fósforos?

todo está permitido si tu intimidad se vuelve un libro de recetas.

todo, fermentada vejez que anima hasta a las muñecas de mayólica.

ten cuidado, si abres las puertas de tu casa, pueden escapar los yokai.

 

Segundo caso: Ernesto Noboa Caamaño

(Guayaquil, 1889 – Quito, 1927)

La sombra de alas rotas

el flaneur cuyas alas están roídas, vuelve al sitio de su nacimiento:

un puerto donde atracan barcos ebrios y paisajes etílicos.

las sirenas ya solo lo llaman para venderle un billete de lotería,

o el diario matutino. sujeta su propia cabeza entre las manos,

la mece, le canta una nana y espera que esta exhale el último

decadente y agónico quejido. 

 

Tercer caso: Humberto Fierro

(Quito, 1890 – ídem, 1929)

Mal taciturno

como el gautama sentado a la sombra del bodhi

dejaste que la muerte te constriña entre los pelos

de su axila. tu corazón se detuvo debajo del aguacatero.

al caer la última hoja…

volviste pintura tu lírica

y plástica tus palabras.


Cuarto caso: Arturo Borja

(Quito, 1892 – ídem, 1912)

Orfandad del botón

tu ojo derecho era un botón, y se cayó.

abriste los botones de tu carne, luego el cierre-esternón.

ahí estaba tu corazón que flotaba en morfina.

le diste un botón a tu amada, pero se lo tragó y se asfixió.

le diste un botón a los amigos y a los censuradores.

te indigestaron de botones y te mató la peritonitis.

tú, botón, solitario y huérfano en una gabardina.

 

Quinto caso: José María Egas

(Bahía de Caráquez, 1896 – ídem, 1982)

Ungido

no moriste joven, pues la innombrable divinidad

te fulminó la frente e inyectó tu lírica con misticismo.

por ello, tampoco te subiste a la motocicleta de tu hermano

hugo mayo. Ahora te encontramos en revistas añejas

de santiagos de la vorágine.

 

Sexto caso: Medardo Ángel Silva

(Guayaquil, 1898 – ídem, 1919)

El bardo a su cofradía

niño al que el animero amenazó:

«te besará el cristo que volvió sifilíticos a los yo líricos franceses.»

y así posóse aquellos labios de leprosorio en la sien,

un beso brutal cual abrazo de montaña y succión de la ría.

aún te beben en cantinas mezclado con jugo de naranja,

y tus hojas las convierten en humo en las cárceles.

mezclado con tripa de colchoneta y trapos.

 

—Los clubsiéticos—

Primer caso: Gastón Hidalgo Ortega

(Guayaquil, 1929 – ídem, 1973)

 

Preguntas a un poeta que dejó de hablar

¿cómo pertenecer al club bartleby? «te lo diré.

debes, de golpe y mejor si es lunes, silenciar tu pluma.»

“preferiría no hacerlo”, preferiría ya no escribir.

al igual que rulfo se me murió mi tío celerino.

¿cómo pertenecer al club 7? «te lo diré.

debes, de repente cualquier día, cultivar al menos

la deriva existencial y la floración íntima.»

¿cómo convertirte en heredero de lautréamont?

«te lo diré. solo se debe entender la tiniebla del alma humana.»

 

Segundo caso: Carlos Benavides Vega

(Guayaquil, 1931 – Quito, 1999)

El pescador de estrellas

o

Dramaturgia del verso

se abre el telón, primer acto, primera escena:

un adolescente vestido de mecánico.

segunda escena: del techo baja un anzuelo.

se cierra el telón.

se abre el telón, segundo acto, primera escena:

el adolescente, ya crecido, es pescado.

segunda escena: lo destripan en cubierta.

se cierra el telón.

se abre el telón, tercer acto, primera escena:

un arúspice examina las vísceras.

segunda escena: las lee, es proclamado poeta.

se cierra el telón, fin.

 

Tercer caso: Sergio Román Armendáriz

(Riobamba, 1934)

Regreso a Ítaca

salió del puerto, de guayaquil; muchacho desnudo.

los huancavilcas le dieron embarcación y sustento.

cámara de video en mano; bitácora de la travesía.

exiliado del sur, como tantos otros equinocciales.

una brisa, sal de sexo, transformó la madera en plumas;

el trajinar de mil años lo volvió quijote.

ahora el mar lo tiene solo como un recuerdo.

 

Cuarto caso: Ileana Espinel Cedeño

(Guayaquil, 1933 – ídem, 2001)

Dulce como el Valium

cómo te lo puedo decir querida eurídice,

cómo si no quiero sonar a zapato roto.

tu orfeo andrógino, tu adorado unicornio de cristal

yace amarrado a un guayacán.

lo asaetaron con 20 balazos y dos tallos de clavel.

llora niña, llora mi dulce corazón de valium.

que la farmacología del verso te traiga sosiego.

 

Quinto caso: David Ledesma Vázquez

(Guayaquil, 1934 – ídem, 1961)

 Adorado tinieblo

rostro calvárico de narciso agripado,

ojos de querube disuelto en anilina,

labios yertos y orquidáceos.

voz de santo y prócer apátrida,

belfo de clark gable,

cuello de cisne, abrigado por una corbata amarilla.

pecho sostenido por un esqueleto de esperma,

sexo de amatista, argamasa y tela.  

muslos de bailarina, pies edípicos.

erotismo terrible e incierto.

yaces desnudo en cuadro obsceno.

 

—Reductores de cabeza—

(Unos tiernos y otros insolentes)

Primer caso: Alfonso Murriagui

(Quito, 1929 – ídem, 2017)

Hermano abuelo

quien caminó por un frugal sendero,

ascendió por bifurcadas montañas de colonial cemento,

y trotó calles hasta que su sombra se sentó en una banca;

quien fue hermano del resto y abuelo de todos,

el que puso en manos de los niños de la calle ese

animal extraño llamado poesía;

un sujeto que convocó al pueblo

y les habló del hombre nuevo,

mientras las plazas y los barrios dormían.

ese hombre, compañeros, merece el cielo.

 

Segundo caso: Euler Granda

(Riobamba, 1935 – Portoviejo, 2018)

En el consultorio

«doctor, hay algo que no funciona en mi cabeza,

creo que un chimborazo crece, está que empuja

mi alma para afuera.»

el doctor: «recuéstese, deje que este bisturí

encuentre a su yo más puro.»

«¿y si me muero y reencarno en una abominación:

una mosca de la fruta, un reloj cucú, o peor, un poeta?»

el doctor: «no tema, ni se preocupe, si eso llegara a suceder

yo mismo le saco la madre. con este instrumental

le saco hasta el penúltimo poema.»

Tercer caso: Ulises Estrella

(Quito, 1939 – ídem, 2014)

35mm

 odiseo, ¿sabías que la distancia entre la

tierra y la estrella más cercana es tan solo de

35mm años luz?

¿sabías que es la misma distancia requerida

para que un peatón recorra toda la ciudad de quito

en pantalones vaqueros?

¿no lo sabías? es la misma extensión de un testamento,

lo que debe durar un beso, el diámetro de un ombligo,

la circunferencia de un cráneo y la longitud de un soneto.

 

Cuarto caso: Humberto Vinueza

(Guayaquil, 1942 – Quito, 2017)

Aguacero de gallinazos

mundo carroñero; picotazo y picotazo. 

mundo lascivo, mundo podrido.

necesitas de una lluvia de gallinazos

que vengan a limpiar todas tus inmundicias,

que vengan con un lenguaje abyecto y trasgresor.

 

Quinto caso: Sonia Romo Verdesoto

(Quito, 1943)

Café 77

mientras las señoritas bien portadas

duermen debajo de edredones falsos,

una mujer recita cómo cambiar

el flujo sanguíneo de las calles.

hasta los pozos de café se levantan

a aplaudirla.

Sexto caso: Raúl Arias Chancusi

(Quito, 1943)

Cabeza de alfiler

querido san raúl, patrono de otros tiempos.

lamento informar que aún existen poetitas

amantes de la coprofagia.

aún se los puede ver en estanques de pirañas,

sirviendo carne y siendo carne.

aún los vemos tomar del mismo vaso,

luego de haber escupido dentro de la botella.

aún los vemos dejar pasar el transporte público,

porque ellos viajan en las blasfemias.

poetitas que lejos de ser un ejemplo

son una advertencia,

que olvidaron ser irreverentes

por estar preocupados de las antologías.

poetitas de reflector y acera,

de naturalezas muertas.

almas impuras de un parnaso inexistente.

autodidactas por correspondencia,

amnésicos de lo telúrico.

seres guardados en el cajón de un burócrata.

electricistas y electrocutados.

convalecientes de la última purga,

millonarios enclenques y eclécticos.

hijos del patio de atrás.

si los reunimos, todos caben en la

cabeza de un alfiler.

 

           Richard  Jimenez  Almeida

          (Quito, 28 de noviembre de 1988). Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y Máster en Estudios de la Cultura (Mención Literatura Hispanoamericana) por la Universidad Andina Simón Bolívar, sede Quito. Fundador y miembro activo de la Revista Literaria Independiente Matapalo y Revista Heptaedro. Investigador independiente, redactor de contenidos en Revista Súper Pandilla (suplemento infantil de diario El Comercio) y documentalista en diario El Comercio de Ecuador. Colaborador recurrente de la Revista Máquina Combinatoria. 

Con este poema, Richard Jiménez obtuvo una  Mención de Honor en el III Concurso Nacional de Poesía "David Ledesma", convocado por el Centro Cultural Ecuatoriano Medardo Ángel Silva y Ecuador Literario.

 

Foto: Cortesía del autor 

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