Mi infancia estuvo bordada
de cosas sencillas y tiernas
como la sensación a tierra mojada,
como ver la siembra y la cosecha,
como ingerir los sanos alimentos
apiñados sin mesa y sin mantel.
Mi infancia feliz se edificó
en sólidas bases sempiternas
de los diáfanos espejos de mis
padres.
Mi infancia feliz tuvo otros
cristales
tangibles e intangibles:
la luna con su rostro sonriente,
el sol y su sombra sin filtros,
el río de aguas cristalinas
que me miraban con amor
y sus ejemplares movimientos que
exhortaban al paso de triunfadores.
Mi actual espejo de cuerpo entero
tiene estampadas todas las ternuras
que con orgullo las plasmo
en las hojas de papel blanco
recorriendo valles y laderas
con los pies descalzos
y mi alma sin lastimaduras.
Mi viejo corazón como colibrí
abre sus alas, puertas y ventanas
para celebrar una fiesta de
añoranzas
cuando evoco a mis espejos
con inolvidables imágenes vividas.
¡Bendito paisaje inmortal
que está tatuado en mi ser!
(noviembre / 2022)
Dr. Rodolfo Pinzón Bravo Educador jubilado. Se desempeñó como profesor de "Literatura Infantil" en la Universidad de Guayaquil, como director (niveles: preescolar y primario) y como supervisor provincial de Educación del Guayas (Ministerio de Educación). Su obra consta en revistas literarias y en libros digitales. Ha publicado obras pedagógicas y poemarios.
Foto: Cortesía del autor.
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