UNA CIUDAD HECHA SENTIMIENTO
Ronal G. Soria
Diario Expreso (Guayaquil-Ecuador)
"EXPRESO pidió a nueve literatos que efectúen el ejercicio lúdico de pensar en la urbe en la que residen, para redefinirla desde su vena creativa.
24-07 |
UNA CIUDAD HECHA SENTIMIENTO
EXPRESO pidió a nueve literatos que efectúen el ejercicio
lúdico de pensar en la urbe en la que residen, para redefinirla desde su vena
creativa
Las ciudades son lo que sus habitantes asumen, desean o
imaginan que sea. Desde la óptica del periodista estadounidense Gay Talesse,
Nueva York, su ciudad, es un cúmulo de cosas inadvertidas. Es la urbe en la que
los gatos dormitan debajo de los coches aparcados, de dos armadillos de piedra
que trepan la catedral de San Patricio y de millares de hormigas que reptan por
el Empire State.
Para el escritor guayaquileño Marcelo Báez, Guayaquil es la
ciudad en la que los autos sobrepasan el número de peatones y los arquitectos
abrazan como ejemplo otros lares. Un crucigrama de luces, un burdel donde los
parques están enjaulados impidiendo la escapada de los próceres.
Es también la ciudad portátil, según lo que observa el poeta
Fernando Cazón Vera, "que no puedo dejar de llevar hacia cualquier punto
del planeta que me desplace".
Mirando un poquito más allá de la vivienda donde habitó, para
Carmen Vascones, radicada actualmente en General Villamil, Playas, Guayaquil es
"el asentamiento de la vida", recordando ese constante hábito de los
porteños de levantar cada día una ciudad paralela en sectores agrestes que con
el paso de las horas se convierten en nuevos barrios marginales.
Es la ciudad de la nostalgia, como aquella que Rosa Amelia
Alvarado Roca, actual presidenta de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas,
rememora, la "del río de memorias viejas, del río que lo arrulla y lo
envuelve, de los cerros tutelares que lo cobijan, de sus caserones de madera
que le crujen al tiempo, con sus chazas asemejando párpados semidormidos,
bostezando al llegar la tarde".
También es el presente, como lo reconoce Sonia Manzano, a
través de su particular visión en la que recrea aquel mediodía o filo de la
tarde, cuando los ataúdes flotan por la avenida Quito.
La urbe, que cumple 478 años desde su fundación un
determinado día de aventura española, tiene, al igual que la ciudad del
periodista y escritor neoyorquino, pelotones de gatos. Sin contar las palomas,
que pueblan parques y duermen en capiteles y cornizas; además de las iguanas,
que posan inconmovibles para el turista y que representan un ícono más de esta
ciudad cosmopolita.
Ronald G. Soria - Guayaquil
Marcelo Báez
ORACIÓN DE SANTIAGO DE GUAYAQUIL
En el nombre de mi padre, de mi hijo y del mangle santo
Vivo en una urbe donde todos le dan la espalda a la ría
Cada vez hay menos brazos de estuario
Los autos sobrepasan el número de peatones
Ciudadanos del primer puerto del reino de quito sufren de
amnesia atemporal:
Disfrazan el presente en los centros comerciales
Han olvidado cómo vivían o pensaban sus ancestros
Los arquitectos abrazan como ejemplo otros lares
No miran a Roma o Atenas para reconstruirla
La devoción por el pasado es falsa como la sonrisa del
burgomaestre
Por las noches, Santiago de Guayaquil es un crucigrama de
luces
Un burdel donde los parques están enjaulados impidiendo la
escapada de los próceres
Un paredón en el que van muriendo los oficios de antaño
Un teodolito vencido por las nuevas ordenanzas
El pasado es enemigo de esta ciudad consagrada
Es preciso encerrar a todos en un aula
Y enseñarles la historia general de este puerto
Carlos Eduardo Jaramillo
Guayaquil
Esta ciudad irradia a ciertas horas
una belleza tal
que no la tienen
ciudades más hermosas:
gesto de joven madre
ademán de ternuras olvidadas
suave memoria de algo
aún no perdido
Faz que sus hijos ven
sin inmutarse
inocentes del don acostumbrados
al calofrío de su amor
o violencia
retrocesos
a su época de novia
de amante adolescente
con el rostro inundado de lágrimas felices.
Fernando Cazón
Se dice que la Patria de cada quien es, sobre todo, su
memoria. Es decir como a lo largo del tiempo el entorno, la tradición, la gente
con su idiosincrasia y las vivencias entrañables van dándole la identidad
necesaria al país o a la ciudad a la que nos pertenecemos. Y en todo ese
conjunto de factores acumulamos Guayaquil, con sus río tutelar, sus cerros
enanos, su estero, su infancia de madera y de caña y su metamorfosis
permanente, se me ha convertido en una ciudad portátil que no puedo dejar de
llevar hacia cualquier punto del planeta que me desplace. Aquí, además,
nacieron y vivieron mis antepasados y aquí se quedarán mis hijos y sus
descendencia.
Carmen Vascones
POÉTICA A GUAYAQUIL O PÉNSIL DE MEMORIA
La ciudad despunta en el tronco de un río, en la saliente de
una noche se descubre la mirada, no soy la patria de nadie, ni la parcela
siquiera del par. Soy el asentamiento de la vida. ¿Quién sabe de ti cuando
despierto en tus brazos? Las calles parecen lunas dormidas en tu axila, tal vez
llegue a la dirección de una de tus memorias. Los incendios en tu piel me dejan
perplejo, socavo en tu barrio la soledad marchita: los piratas y saqueadores
destilan hurtos de jugadas y comodines fondeando junto a barcos en espera
de ser sacados de las ataduras encalladas. Nadie puede
quitarte tu belleza olor a fuente de pechiche, hojas de ceibos venciendo a las
estatuas, guayacanes rivalizando con el sol que no cesa como tus movimientos
asentando mangles y lodazales.
No de te dejes asfixiar por el ruido que opacan los portales
de faroles de antaño. Todavía el pueblo juega naipes aún afuera de sus casas,
los niños corren tras el juguero o el helado casero que tintinea en el portón
de una calle cualquiera. Una mujer arrimada a la pared da de lactar, buses
viejos pitan hasta colmar la paciencia, resisten jubilarse sin pensión
designada. Ciudad olor a hollín y cloaca, sudor de pueblo estibador del
destino. Déjate ver tal cual. Sé la paseante que se sienta en el parque a escuchar
a los viejos contar sus historias, sé la niña que salta en un solo pie, sé tú
misma sin perder tu identidad, no te dejes someter a diseños prestados, no te
dejes amoldar al yugo de la vanidad.
¿Quién se embarca en los puertos sin testigos? El emigrante escarba
otra tierra, pisa la aventura en la colonia de su hastío. El amor naufraga en
abandonos ¿Quién da vuelta a la llave? El dial del río toca el puerto. Muda la
radio noticias cómodas e incómodas. Los muertos quedan a la entrada de la
puerta. El cementerio abre de par en par las puertas. Allá la vida fue una
quimera hambrienta. Allí nombres entintados de ecos y algo de paso con fiestas
de miserias y progreso. El trago huele a naranja con puro destilado en voz de
los pasillos. Julio Jaramillo: gentío de pasiones y nostalgias en la piel
curtida del tiempo que rompen la prisión del amor.
El candil de antaño parece luciérnaga extraviada en campos
filiales. Te llevan tus peatones cogida de la mano para que no enloquezcas con
el adelanto. Tus calles adoquinadas parecen rompecabezas escondiendo la raíz de
una perla que no surge. La fiesta es señal de que no te dejas ensuciar por el
silencio. Los lagarteros deambulan aún por el sereno. Mujer sitiada de balcones
y edificios, tus pintores retratan lomas inexistentes junto a lagartos y
caimanes petrificados en la soledad del barro cuando ha muerto su torneador. Tu
eres más de lo que dicen, más de lo que callan, más de lo la letra atrapa. Sé
tú, peatona que camina y te contempla sin prisa. Tu sonrisa atrae al mar. Tus
lomas sentencian la vida. El cordón de tu existencia tiene más de un recuerdo,
más de lo que te imaginas.
Daniel Calero Solís
CANTO A SANTIAGO DE GUAYAQUIL
En este puerto, junto al gran río
yo nací un tres de enero, hace tiempo...
El estero Salado es aliento
y, de almas amantes, delirio.
En Las Peñas la historia está en piedras.
Más allá el cerro Santa Ana juega
con colores del arcoíris riega
leyendas tejidas en ciruelas.
Santiago de Guayaquil, te canto:
Tierra de iguanas y papagayos
Tierra de bellas damas donde hallo
la alegría de admirar tu encanto.
Luis Carlos Mussó
CIUDAD DE SANTIAGO
UNO
¿Debo nombrarte, ciudad del cataclismo? ¿Debo hacerlo ahora
que los rebaños de la noche pacen bruñidos sarmientos, antes de la vendimia?
En las cisternas un hálito de astromelias atrae a los
gallinazos; y los cadalsos se levantan en torno a las abadías.
¿Debo nombrarte, ciudad cuando susurras la ausencia del
signo? ¿Debo, cuando los altares evocan las guerras dudosas?
DOS
La agonía proviene del canto de los manglares. Y aunque
hayan cesado los malos augurios, sé que no debo nombrarte, ciudad.
Cada lectura de tu piel abre mis ojos para que te reconozca
evocando una vieja sabiduría que nunca supe retener. Pero que para sentirla
cerca, basta con que recuerde que no debo nombrarte.
TRES
Y se abre la pleamar: ya hay una voz para la ría; para las
terribles edades desnudas. Tu nombre se sumerge bajo ondas y lechuguines
mientras, asomados sobre el negro golfo, vemos surcar a la pródiga muerte entre
antorchas de agua.
Los barrios desolados le brindan homenaje con los cantos que
el lenguaje nos niega.
La pleamar se abre a la usanza de un sol nocturno y siega
por igual pantanos y sabanas. Y la sombra del silencio me aleja de cálidos
bancos de arena; de ajetreados astilleros. Y la lectura de sus piras me acerca
a una nueva ciudad. Pero descubro que er/ es la misma ciudad.
Rosa Amelia Alvarado
A GUAYAQUIL
Guayaquil, te pertenezco y me perteneces,….soy ciudadana de
éste Guayaquil del río de memorias viejas, del río que lo arrulla y lo envuelve,
de los cerros tutelares que lo cobijan, de sus caserones de madera que le
crujen al tiempo , con sus chazas asemejando párpados semi dormidos, bostezando
al llegar la tarde.
Soy ciudadana de éste Guayaquil del recuerdo, de la ciudad
olorosa a cacao secándose al sol, de los pregoneros y su pregón, de las hamacas
de mocora levitando en el aire, de las serenatas bajo los balcones volados con
la ilusión en la pestaña.
Soy ciudadana de éste Guayaquil del juramento de J.J. y la
guitarra de Rosalino Quintero, de las carretillas del malecón en la medianoche
y las carmelitas de yema…Soy ciudadana del viejo barrio del Centenario, casa
caserón de mis padres , raíces de sangre, donde se escuchó mi primera plegaria,
mi primera ilusión y mi primer adiós……. Y soy ciudadana de éste Guayaquil
altivo, de celeste y blanco, que no conoce de claudicaciones ni silencios.
Guayaquil te pertenezco y me perteneces.
¡ Y cómo no amar a Guayaquil, donde descansan mis mayores y
bajo cuya tierra algún día dormiré;… como no amar su sol mañanero vestido de
trópico! …. sus calles con olor a lluvia y patios con sabor a guayaba…. Y es
que tengo a Guayaquil metido bajo mi piel, en mi sangre y en todos mis sueños,
porque es el canto que me enseñaron a amar desde la cuna.
Y soy ciudadana de este Guayaquil de hoy, de las calles
congestionadas, con ruido y metrovía, donde todo parece ir más de prisa, como
si el tiempo hubiese perdido su compás. Este es mi Guayaquil, al que amo como
se ama las voces de la tierra,
como se aman los amaneceres y las caídas de sol. Soy
ciudadana de Guayaquil, guardián de mi pasado, de mis ancestros y de mi esencia
huancavilca…
Guayaquil, te pertenezco y me perteneces.. y digo tu nombre
con el respeto que decimos la plegaria mañanera y digo que es un honor ser
guayaquileña, del Guayaquil de los algarrobos, los ceibos espectrales y los
suches en flor…
Guayaquil, te pertenezco y me perteneces, como te pertenece
mi canto de poeta y mis raíces de guayacán… . ¡Que tu voz con sabor a río
retumbe sobre todos los silencios! ¡Que tu voz sea el fuego donde se consuman
todas las ignominias!
¡VIVA GUAYAQUIL!
Sonia Manzano
Guayaquil es el encebollado a las diez de la mañana, el
manto de nostalgia a las cinco de la tarde y, ya en la noche, el chisporroteo
de las luces de neón que opacan el fulgor de las estrellas.
Guayaquil es el ataúd que flota por la avenida Quito,
causando un caos vehicular de padre y señor nuestro. Es el puente peatonal que
casi nadie utiliza, es la ambulancia que llega cuando el herido se ha muerto,
es el incendio que consume, en seguidilla, cincuenta casas de caña; es la
ciudad libre que, en su mayor parte, está cercada por rejas para que la
delincuencia no se la lleve en peso.
Pero también Guayaquil es una fiesta las 24 horas del día:
es el arroz con menestra, el patacón pisado, el cangrejo y la cerveza bien
fría; es la confluencia de dos pasiones: la azul y la amarilla; es la salsa y
el pasillo en franco mano a mano, es la madre que amamanta a los hijos propios
y a los ajenos.
Guayaquil es su gente: risueña, sentimental y parlanchina;
es la ciudad "radiante y bella", polícroma y en demasía coqueta,
tanto que desde siempre se afina el talle con un cinturón de agua para mantener
preso de su influjo seductor a su amante: el río que la sueña y que la baña.
Dalton Osorno.
Moriré en Santiago de la Culata Lima Londres Dublín de
guadaña natural como el irlandés James Joyce.
Es medio día en el lar de los antiguos manglares y
astilleros
los filibusteros se marcharon los incendios se extinguieron
súbitamente
cacatúas de manta santiguándose ante el mismo patrono
impostado
rosario pecado misal mitos cuitas felonías de un cacique
forjado de habladas
tañer de enmohecidos bronces blasones pavores S.O.S.
batahola correveidile
asentamientos éxodos invasiones conciliábulos cabildos
escribanos códices
danza de furcias en el pútrido estero porfiadas jerigonzas
de diestros ribaldos
angostillo de piedra laja para la cubrición de precio todo
el quehacer del corta faldas
la ciudad luce guirnaldas puentes tranvías murales pasos molles
monumentos soles
miasmas acechan al puerto fundida palabrería de viajantes
escaldos cronistas
sus infatuados hacedores de la historia perdieron rumbo en
la travesía del regato.
¿Cómo cifrar todas sus vidas en otras lenguas ciertamente?
¿Cómo instituirla de nuevo con sus nativos de remachada
leyenda?
¿Cómo soñar con sus rubias mestizas morenas todos los
regodeos vedados?
¿Cómo tallar en el guasango su rostro su extraviado rastro
de tiempos vencidos?
¿Cómo levantar el catastro de Santiago del río y el estero
después de muerto?
Aseveran las parlanchinas que en tierra puerto de ciegos el
tuerto yace en la cárcel.
Fuente:
Edición impresa: 25/JULIO/ 2013. DIARIO EXPRESO. Guayaquil
Fotografías: Pablo Peñafiel Torres.
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