Vacío
Tenía
un vacío en el alma
que
cuando él se fue…
ese
vacío se colmó de amor.
Jamás
Escribió
sus tristezas en un papel,
hizo
un avión
que
envío al país de Nunca Jamás.
Bruja
Lucifer
le concedió un golpe de suerte,
suerte
donde ella se empecinó en ser…
si no Leviatán, la bruja…
Desamor
Era
tanto su desamor
que
jugaba a ser…
¡la Bella Durmiente!
Se
creía
importante,
confiada, respetada, realizada,
provocativa,
valiente, amorosa, esperanzada,
sensible,
juguetona, receptiva, inspirada;
llegó
un Flautista de Hamelin,
le
condujo al mar de la ira.
Emociones 2
Cuando
la nieve se posó y estaba
arrepentido,
avergonzado, ignorado, victimizado,
desvalido,
vulnerable, melancólico, vacío,
desamparado,
aislado, apático, indiferente
llegó
el diablo
y …, ¡le
pasó factura!
Microcuentos:
RETROILUMINADORES
Como de costumbre está fijamente sentada debajo de un glauco gigante haciendo lo que más le gusta. Va por un manso tapiz. Sus ojos revelan creaciones jamás distinguidas, seres novelescos. Irrumpe su andar, dialoga con ellos, ¡se entienden!, convive y experimenta la vida de esos especímenes; pues sin pensarlo tomó la forma de ellos, semejantes a suaves esponjas o a masas desconocidas. ¡Claro!, la constitución metálica de Alicia era muy diferente a la de los extraños, no como la describió Carroll, alguna vez.
Máscaras
— ¡Seamos
cuerdos!
— ¡Adiós, máscaras!
Cuento:
LOTERÍA DE JINGLES
Apenas tenía siete años. Un día, su mamá anunció a la
familia que llegaron algunos visitantes, campesinos, nada comunes a otras
visitas, en esta ocasión; a decir verdad, eran unos orejoncitos, de ojitos redondos
negros, regordetes, de colita larga, ¡colita larga!, paticas cortas, muy, pero
muy traviesos, corrían a mil por hora; escuchó que gustaban pasear orondos precisamente
en la cocina, cuando todos se disponían a descansar; por eso, no había que
dejar cosas al alcance de ellos; porque de lo contrario, solitos se atribuían
la categoría de huéspedes y se instalaban como si de un castillo se tratase.
El ama del hogar se preparó para atenderlos como se
merecen, compró tres tablillas rectangulares que tenían una especie de alambres
bien dispuestos, ahí les ofrecería un banquete, cortesía de la casa que
consistía en un pedazo de hueso de pollo cocinado, colocado cuidadosamente en
cada gatillo.
Subieron al segundo piso, la silenciosa noche se revestía y escucharon: ¡pum! Su mamá bajó presurosamente, ella iba detrás. ¡El banquete no estaba!, desapareció por arte de magia …, ¿burlar una trampa? …,¡ era burlarse de su madre! … ¡Vaya que eran inteligentes los enanos!, más listos que cualquier niño cuando hace de las suyas. Bueno!, con mucha paciencia pusieron otra vértebra, ¡ni modo!, era hora de entrar a la jugada; ya arriba, escucharon: ¡pum! …, ¡pum! … Bajaron nuevamente. ¡Qué sorpresa!..., ¡nada!..., ¡no había moribundo ni hueso alguno!; pero esta ocasión Estephany observó que debajo de la refrigeradora un ladino asomaba su cabecita como haciendo guardia, el mismo que al ser descubierto, en un abrir y cerrar de ojos, ¡voló!, entretanto el frío calaba sus huesos, quedó cual el convidado de piedra de solo imaginarse que el marroncito pudo pasar sobre sus pies o hacer escala y encubriese durante el escape en una de las bastas de su pantalón.
Un tanto encorajinada por los continuos incidentes,
ahora a la señora se le ocurrió insertar un hilo por el orificio de las
vértebras y sujetarlas al gatillo, así lo hizo, a
grandes males, grandes…
Y otra vez, apenas llegaban a la última grada del piso dos…, ¡pum!, de pronto, ¡pum!, ¡pum! Su madre exclamó con voz alta y júbilo: ¡Al fin! Desde arriba, la pequeña comprendió el mensaje, solicitó que le permitiera verlos. Bajó corriendo las escaleras, junto a sus dos hermanos, en sus manos -como siempre- llevaba un lápiz y un cuaderno creativo que alguna vez había elaborado, en él tenía dibujos y collages de lo que se le ocurría, travesuras de niña; entonces, ¡cómo no retratar la suerte de uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis señores jingles1 que fallecían engañados en la oscuridad de la noche!, atrapados entre unas barras metálicas semejantes a guillotinas, donde en un respiro se apagaban uno tras otro, en contados minutos, entre apagar las luces, subir y bajar escalones, … ¡pobrecitos!, ¡pequeños! Mientras tanto, a la chiquilla se le escapaban suspiros, se le nublaban los ojos al mirarlos indefensos y dibujarlos, contemplaba el fatal desenlace de los astutos y sabía que la umbría tierra degustaría sus cuerpecitos fríos e inmóviles, solamente por la cortesía de visitar la cocina de su madre. Se decía, a sí misma: "¡Nunca debieron llegar! ¿Por qué no se quedaron en el campo practicando a ser agricultores o jugando a las escondidas con don gato? ¡Ay!, si no les hubiese apetecido comerse un hueso carnoso, indudablemente seguirían traveseando felices, sino todos, por lo menos algunos o uno".
Y ella, seguiría contemplándolos y cual Walt Disney los retrataría en su cuaderno creativo, vivitos y coleando; para cuando viaje a Disneyland corra a enseñarle sus dibujos a Mickey Mouse.
¡Ahora!, no le queda más que en uno de sus viajes al
campo, a la vigía del majestuoso y enigmático Abuga, descubrir a algunos
descendientes … ¡Algún día, algún día! …
(Galabay, 2021)
1Jingles,
personaje de la película “Milagros inesperados”, del escritor estadounidense
Stephen King.
Dra. Gloria Galabay Toalongo
Doctora, máster y
licenciada en Ciencias de la Educación. Obtuvo una Mención de Honor en el III
Concurso Nacional de Poesía “David Ledesma” (Centro Cultural Ecuatoriano Medardo
Ángel Silva y Ecuador Literario y Artístico). Integra
el Taller de Escritura Creativa “El árbol del bien y del mal”, dirigido por el escritor y
crítico de arte Daniel Calero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus palabras.