domingo, 7 de marzo de 2021

John Solís: Sangra poesía. Mención de Honor III Concurso Nacional de Poesía David Ledesma

 

Sangra Poesía

 

Sangra poesía,

decanta el dolor.

 

No guardes esta madrugada

un secreto ni un susurro.

 

Solo sangra,

no olvides que la melancolía arrecia,
que es un viento helado
sobre la herida abierta.

 

Solo tú puedes aliviar
la incertidumbre y el olvido,
hacer romo el filo de esta daga
que cercena los días.

 

Sangra sobre los pétalos pisoteados

por las botas de la vanidad

 

Mana el elixir de la vida,
acaríciame el corazón en silencio.

Llévame, con el caudal que desatas,
al último refugio de la ternura.

 

Solo tú conoces a dónde va el amor cuando muere.

 

 

 

Máscaras

 

Cuando es amanecer,

del amor brota el rosal del deseo

y se revuelven en un cáliz la luz y las sombras.

 

Si es tristeza,

dormita tras lluvia;

es un reflejo que nos dice adiós desde la ventana,

con su palma detenida en el tiempo.

 

Se vuelve nostalgia,

para descomponerse en mil destellos ámbar,

y fugarse raudo al final del horizonte

.

Cuando es esperanza,

yace en el filo de la muerte,

descuelga los minutos del reloj,

soporta las estocadas,

el áspid y la sangre del pedregoso sendero que transita.

 

Si elige ser cruel,

  brota sus espinas de dos puntas,

                                                            y degüella sus flores.

 

Se regodea en el filo del cuchillo,

en donde mueren el arrepentimiento.

 

Tiene el odio un hermano 
cuyo rostro teme tanto como a la luz,

por eso cuando llega el olvido,

huye de él tan aterrado como el amor.

 

Si elige ser venganza,

desata los miedos,

oculta la daga detrás de su vestido,
antes de revolverse con su veneno.

 

Nadie se priva de un recurso para verla sonreír:

los reyes han aniquilado pueblos, 
los hermanos se han asesinado,
los fieles amantes se han traicionado.

 

En ciertas tardes,

en que la venganza olvida que fue amor,

recuerda su feliz infancia cuando la llamaban Celos.

 

Hay quienes afirman haberlo visto sin sus máscaras;

logrando encerrar a la cobarde – valerosa ave del corazón.

 

Es tan dulce e implacable,

asesino, demiurgo

que aún hoy,

seguimos intentado descifrarlo.


Antídoto

 

Cuando acaban las palabras,

las miradas,

los silencios,

me quedo solo,

limando los barrotes del pasado.

 

Se fugan al presente

manos entrelazadas,

besos clandestinos bajo la lluvia,

danza de luces de neón sobre el asfalto.

 

A la mala esta costumbre de volver a nuestra mesa

a beberme el café de tus pupilas,

a ver la vida incontenible

y aquello que pudimos ser estallándome en la cara.

 

Pero la necia encrucijada me llama

Y le doy otro sorbo de antídoto al olvido.

 

 

Destino

 

Yacía escondido entre nosotros.

un silencio que, atroz,

esperaba su momento

de tajar invisible el aire de los labios,

con el filo de la espada

de un ángel o un demonio vengativo.

 

Esperaba paciente
a que las ácidas gotas del tiempo

diluyeran el sonido alado de las almas

predestinadas a un número incierto

de instantes y palabras.


Madrugada

La madrugada llega con el mismo espectro helado

para decirme que en algún lugar del tiempo me esperan sus ojos,

que ella,
con el perfume amasado de la aurora

y su cabello

brotado de las noches estrelladas de insomnio, existe.

 

Olvido

Visitar las últimas alcobas de tu memoria
buscando trozos de felicidad perdida,

a sabiendas de que la sentencia no admite plegarias,
que el presente es despiadado,
que late tibio y distante,
como el corazón de un ave.

 

Sentir romperse el hilo que me ata a tus praderas;
saber que ya no vivirán más nuestros susurros en las paredes confidentes,

tener la certeza de que el sol continúa 

marcando este lento peregrinaje a la sequía

que inclemente se tomará el único brote del rosal que plantamos,

mientras llora invisible su última fragancia,

 

eso es caminar por el escabroso terreno de tu olvido.

 

 El perdón y el olvido

 

El perdón es un bajel

que lento arría su velamen hostigado de recuerdos.

 

Le sigue trémulo el olvido,

velero compañero que acaso llegará al puerto.

 

Y la esperanza los aguarda

en silenciosa y distante compañía, 

encendiendo cada noche su faro inmarcesible

a los piélagos remotos.

 

 Nostalgia

 

Lo miro y me sorprenden sus ojeras, 
sus arrugas nuevas, 
sus labios delgados y resecos.

 

Puedo adivinar,
detrás de su sonrisa ladeada,
el eco de antiguos dolores,
la marca de la infancia,
los resabios de una felicidad antigua.

 

Veo los miedos y certezas de su frente,

acaso un recuerdo le perfuma la vida…

 

él la nombra y todo su rostro se vuelve nostalgia.

 

 

Instante

 

Yo solo viví para ese instante,

para el breve fulgor de tu sonrisa,

sobre el barco de papel sin timón de la vida.

Para este abrazo,

última encrucijada de los deseos.

Cada latido esperaba esta despedida,

el encuentro con la muerte anticipada,

cerrar la puerta al laberinto de tus ojos,

ignorante de que la abría.

 

 Certeza

Dueles con la lluvia,
en la noche,
como un relámpago
en el pecho.

Con toda la mitad de mí
que te has llevado.

Dueles
con la luna,
en la bruma que no me deja verte
o con el sol que me ciega.

Dueles por esta certeza
de que pasarán siglos y vidas,
muertes y coincidencias
para que nos sorprenda el amor
y vuelvas dolerme.

 

 

 

 

 

 Vapor

 Busco a tientas tu cabello,

vuelvo a deshojar tus labios
a volverme tú entre tus muslos.

 En tus pechos late el último estertor

de la única muerte posible entre los dos.

 

Gimes sobre mí,
y tu llamado atraviesa los siglos;
se entrelazan nuestras almas,
nuestros cuerpos,
a ese instante en que te devoras toda mi luz.

 

De nuevo la madrugada se evapora,
busco mi camisa,
la corbata y el nudo que nunca logro desatar.

 

Te susurro en el espejo:
afuera me espera

ese laberinto circular que llaman reloj.

 

Yo sigo la vida,
aún a sabiendas de que nunca te has ido.

 

 

Sosiego

 

Hay un tiempo en que el amor,
más que devastadora hoguera del corazón
es sosegada incandescencia del pensamiento...

Más que enardecido ritual de caricias,
es la nostalgia de su sombra.

Un amor en que el tiempo 
es semilla al borde del ocaso, 
antes que frondoso ramo de flores…

Tiempo que disfraza al amor de aurora, 
cuando es el eco de la noche.

 

 Risa

En el crepúsculo, 
es la guadaña que cercena la muerte;
el medio sol que enciende un irisado aleteo de palomas,
una ola que se desovilla en la arena
trayéndome los tesoros del mar de tus adentros; 
el eco tibio de una catarata cristalina
que me restaña como el mar a un pescador con sus redes vacías;
el río que me lleva al despeñadero de tu beso,
un estallido que espanta los demonios
y se revela en un secreto destello circular
que muere y que renace con cualquier excusa...

Todo eso es tu risa.

 Secretos

 

Un segundo resbala del reloj
y cae en el breve latido de tu pulso.

Tú simulas de nuevo la muerte en ese sueño,
tan leve como la vida…

 

Mientras te recorre el ángel diminuto de mis ojos,
el secreto que yace prisionero tras tus párpados, busca levitar,
como una oscura golondrina, para escabullirse de su cárcel.

 

Seguro nunca sabrás que a fuerza de volar dentro de ti, 
he descubierto la llave.

 

Pero ese es otro secreto.

 

 

Ausencia

 

El alfiler de los días abre un orificio,
y entras tú a cuentagotas,
a horadar en el corazón la herida 
que temo ya no cierre.
Cuando te vuelvas olvido, 
la habré cauterizado 
con la esencia de plata de tu huella.
Solo me quedará la sombra de tu sombra,
la primera mirada cómplice en la madrugada,

el destello, del destello infinito de tus ojos.


Cuando llegue el alba y me despierte del sueño,
no me quedará más que el eco de tus manos
acariciando esta tristeza con renovados bríos...

 

Retorno

Tu recuerdo era un leve parpadeo,
un susurro entre los cuadernos sobre tu falda,
la tarde rozándote el rostro arrebolado,
el primer beso, 
la congoja anudando la espontánea catarata de tu risa.

 

Eras el rubor de tus mejillas,
los hilos solares de tu frente entre mis dedos...
los acordes de un vals danzando en tus pies
y un ángel invisible apartando mis manos tu cintura.

 

La noche me arrastró al vacío, 
al laberinto de miradas,

detrás de tu mirada
a tu abrazo escondido, 
en una cadena infinita de abrazos.

 

La tarde envejecía
cuando apareciste para acompasar el tiempo con tus latidos;

a acariciar las canas de mi frente lozana.

 

El reloj dejaba de martillar su pulso inalterable,
la vida volvía a ser una mariposa 
posándose en tus labios de manzana.


Volverás

Un día,
volveré a ver tu rostro
a sentir tus labios tersos.

Te acariciaré
con todo el ayer en mis manos.

Serás la amante golondrina,
que solo espera el alba;
la que se enreda en mis palabras
y me ofrece el laberinto de sus ojos.

Tomaré tu mano para perdernos
entre los eucaliptos,
crujirán las hojas,
el viento susurrará tu nombre.

Otra vez serás tú,
no tu reflejo maquillado.

El gitano relámpago de tu risa
volverá a recordarme
que estamos despiertos en el sueño.

 

 

 

De tanto ser tu

 

De tanto mirarte
mis ojos se hicieron tuyos.

Mis manos se gastaron en caricias, 
hasta sentir lo que tocas.

Con tus labios besé lo que más amaba,
y pronunciaban tus palabras,
y reían con tu música.

 

De vez en cuando, desovillaba tus recuerdos
para colgarlos en mi memoria,
y tocarlos con mis palmas.

 

De tanto ser tú, 
el tránsito de tus huellas 
me llevó a tu dolor más hondo, 
el que me despierta las mañanas o me desvela noches,
me lo guardo para aliviarte.

 

Quizá nunca lo sepas.

 

 Divorcio

 

El limbo es un trozo de hielo en el pecho,

en donde la flor ha sangrado a cuentagotas sus pétalos.

 

Las telarañas del tiempo, laboriosas puntadas de cuentas y recuerdos,

pesan en las esquinas de esta casa.

 

Nos miramos,

con cuidado de apagar todas las briznas de la fogata que una vez encendimos,

seguros de que fuimos los estudiantes ardorosos, clandestinos,

que hoy censuramos implacables.

 

Bebemos el último sorbo de café,

arrasamos hasta la última palabra que nos correspondía decirnos en la vida,

conscientes de que, detrás de la nubosidad,

laten los rostros del rosal que plantamos,

como retazos de la eternidad que nos juntó un instante.

 

Y nos despedimos para cumplir con el destino de ser otros,

a sabiendas de que el amor es una tarde

en que nos entregamos a la dicha de ser hojas al viento

ignorando la sentencia de la vida.

 

Límite

 

En algún lugar del universo
yace el límite del amor,
lo miramos latir,
como aquellas estrellas
que creemos vivas
solo por su resplandor.

 

Extiende una capa sedosa

sobre el corazón desvencijado,
para que vuelva a cabalgar
sobre los caminos del azar.

 

Nos advierte del engaño,

aún conscientes de la burla
buscamos infructuosamente
dónde comienza
o dónde termina.

 

Volvemos a apostar
y él, infinito,
vuelve a indicarnos el camino.

 

 


John Solís Rodríguez

(Quito-1974). Licenciado en Comunicación con especialización en Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). En 2012 fue galardonado con el primer lugar en el concurso “Órbita Literaria” (Barcelona – España). Al momento trabaja en proyectos educativos de lectura, así como en la recolección de sus escritos.

 

Foto: Cortesía del escritor. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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