LA CAÍDA
Destellos tenues se filtraban entre
las débiles paredes de guadúa. Los gallos de la barraca, como cantantes de
ópera, lanzaban sus quiquiriquíes que taladraban los oídos de los durmientes.
El olor del café recién pasado y de tostones fritos arrancó del catre a Crisantemo.
La matriarca Filomena ya estaba en sus labores domésticas, ayudada por su
pubescente hija, Clarinés, hermana de Crisantemo.
-Ma, ¿ya’stá servío el
café?, dijo Crisantemo.
-Hace ratijíjimo que
te’stamos esperando.
Desayunaron intercambiando
miradas.
-Ta güeno el plátano -dijo
Clarinés, mientras mordía los patacones y sorbía las últimas gotas de café.
Filomena les dijo que se
apuraran, que era día del corte de banano y debían llegar temprano a la
hacienda grande.
-Si llegan atrasaos, los
patrones no les darán chamba. Necesitamos ese jornal pa po’er parar
l’olla.
Cuando estaban en plena faena
se acercó Barté, un treintañero trigueño, buen mozo y musculoso, que también
era peón de la hacienda. A Crisantemo le inquietaba que su tío estuviera cerca
de Clarinés, pues en la familia y también en el pueblo se rumoraba que acosaba
a las quinceañeras, se decía que él no era cosa buena.
De rato en rato el hijo del patrón, un joven alto, rubio y bien parecido, recién llegado de Europa, vigilaba el trabajo de los peones y Clarinés lo miraba de manera encantadora y coqueta. El sol estaba en todo su esplendor, justo encima de sus cabezas. En el ambiente zumbaba el aleteo de moscas y mosquitos, el olor de los racimos de plátano se mezclaba con el olor de las naranjas y mangos maduros que habían caído de los árboles aledaños.
Crisantemo, de tez morena y porte de gladiador, miraba con inquietud y enojo a su tío. “¿Qué carajos estarán musitando?”, se preguntaba en silencio mientras faenaba. Clarinés, con su largo y ondulado cabello castaño, ojos ambarinos, acanelada, de cuerpo bien tallado y senos turgentes, que se vislumbraban a través de su vestido mojado por el sudor, conversaba con Barté, que sonreía y gesticulaba entusiasmado.
Atardecía y la extenuante
jornada por fin había concluido. El viento fresco del crepúsculo remecía los
árboles arrancando más frutos maduros. Las margaritas, begonias, bromelias y
otras flores embriagaban el paraje con un fino popurrí. Crisantemo, con su
mente confundida, pensando en lo peor, buscaba a su hermana por todos los
recovecos de la hacienda: ¡ella no estaba, tampoco su tío!, ¡tampoco había
visto al hijo del patrón! Su rastreo resultó infructuoso: ¡no había vestigios
de ella ni ahí
ni en el pueblo! Todos en el villorrio lo esquivaban, parecía que guardaban un
secreto.
Regresó apesadumbrado a su
barraca. Su madre los esperaba como siempre recostada en la hamaca de pita, escuchando pasillos y recordando a su
difunto esposo. ¿Y Clarinés?, preguntó Filomena. Crisantemo no supo qué
responder. Corrió hasta su catre, buscó entre los cartones que tenía debajo y
sacó la escopeta que había heredado de su padre. Revisó la carga y cuando se
dirigía a la puerta de la rústica construcción escuchó un guitarreo y murmullos
de mucha gente, parecía que todo el pueblo se había congregado en su bohío. Con
la escopeta a punto de descerrajar se presentó ante el tumulto. En medio de la
turba, como directores de orquesta, estaban su hermana, su tío y el joven
patrón.
- ¡Que viva el santo!
- ¡Que viva y que chupe hasta
el amanecer!
Era el cumpleaños número
veinte de Crisantemo...; era la caída…
Piedad Villavicencio Bellolio
Mayo 4 de 2022
Es defensora del buen uso de la lengua española. Columnista de diario El Universo. Tiene un segmento de la lengua española en el programa Prisma Cultural de radio Huancavilca. Docente universitaria en las áreas de comunicación, redacción y lenguaje, actividad que alterna con la corrección de textos. Presenta asuntos lingüísticos e interactúa con sus lectores en algunas redes sociales. Autora de los libros "La esquina del idioma1 y 2"; con Narcisa Cedeño Viteri escribió "Herramental de lectura y escritura académica". Es miembro del Círculo de Periodistas del Guayas, de la Asociación de Correctores de Textos del Ecuador; también de la Sociedad Internacional de Poetas, Escritores y Artistas (SIPEA), capítulo Ecuador. Forma parte de la agrupación cultural Unidos por el arte, en la que además de ser socia activa es presidenta honoraria.
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