miércoles, 17 de marzo de 2021

La narrativa de Raquel Sanmartín González

 

TRAFICANTE DE SUEÑOS

Cuando desperté me costó volver a soñar, aunque muchas veces soñé despierto. Con sueños que se dibujaban en un horizonte limpio y lozano, haces de luz y esperanza de un alma que quiere volar hacia la cima de la aventura. Otros sueños, en cambio, se perdían en las tardes marchitas de la ilusión rompiendo el corazón del exhausto soñador. Sin embargo, testarudo, seguí soñando, no para perder la costumbre, sino porque alguna vez la voz subconsciente me dijo: ¡Soñar no cuesta nada! Movido por ese lema muchas veces di rienda suelta al instinto soñador. No tuve que viajar distancias, ni vestirme elegante, tan solo dejar que los pensamientos emanen el dulce jugo del sueño y ,sin darme cuenta, otra vez estaba soñando; quizá era una forma de escape a las pesadillas que la vida me ofrecía; pesadillas de las que intentaba despertar soñando sueños de los más variados. Pero, me puse a pensar que tal vez soñar sí tiene un costo, mientras soñaba vi cómo debía cancelar con las horas de las madrugadas, con los momentos de ocio y hasta con el tiempo de mi trabajo, y entonces me pregunté: ¿Por qué sigo soñando? ¿Acaso en la tienda más grande de la existencia se expone el más bello de los sueños, con los que cualquier soñador habría soñado? Unas veces eran sueños reales adornados con esfuerzo, perseverancia, voluntad, sacrificio y hasta llanto. Otros sueños fantásticos que me llevaban hasta la Luna, para soñar con los protagonistas de historias y cuentos de érase una vez, con castillos en el aire que se dibujan y se desvanecen cuando se abren los ojos al mundo: flash que ilumina la penumbra de la tristeza y el dolor. Otros en cambio eran sueños inalcanzables, que se pasan esperando los golpes de suerte ante la desdicha y los deseos, que se quedan en la mente del infortunado soñador. Entre tanta diversidad y colorido de sueños, en mis sueños sigo soñando, aunque los sueños me lleven a ser tan solo un loco traficante de sueños, sumergido entre la ficción y la realidad, creado para atrapar sueños que se quedan y sueños que se escapan.   

                                           Raquel Sanmartín González

 

                                                                FULMINANTE

Torbellinos de perversos pensamientos se sembraron en el alma de los dos adolescentes, asediados por el entorno disfuncional de la vida, vida con sueños de una niñez truncada. El menor se acercó despacio fumando las últimas sobras de mariguana, envueltas en un pedazo de papel arrugado, levantó la daga con la mano de Nerón, incrustándola en las entrañas de una joven, luego le arrancó el órgano palpitante, lo levantó más arriba de su cabeza, no como el trofeo de David, sino para beber de esa fuente, vampiro que succiona el alimento para vigorizar el coraje para las andanzas de la ulterior mísera existencia. Luego llegó el turno indiscutible del otro adolescente, escupiendo por encima de su hombro las sobras de la colilla de aquella hierba, también colocó sus labios para absorber el último suspiro de una vida, que aun tibia preguntaba:  “¿Por qué?”.  

                                            Raquel Sanmartín González

 

DISOLUCIÓN

Era la ilusión de niño y la obsesión de adulto. Durante el día, fuera de casa, alegre arrancaba sonrisas a todo el mundo; y en la noche, desde hace mucho tiempo, en la alcoba mojaba la almohada con su llanto. Se decía: ¡Estoy cansado de sonreír y hacer reír!


                                             Raquel Sanmartín González

Licenciada en Ciencias de la Educación. Profesora de Literatura y Lengua Española. Escribe cuentos. Integra el Taller de Escritura Creativa “El árbol del bien y del mal”, dirigido por el escritor y crítico de arte Daniel Calero. 


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