miércoles, 28 de agosto de 2019

CAPERUCITA AZUL: UNA VERSIÓN DISTINTA



     
CAPERUCITA AZUL

            Aquella niña de siete años, inserta en paisaje alpino, era encantadora. La llamaban, por su indumentaria, caperucita azul. Su encanto físico quedaba anulado por su perversidad moral. Las personas cultas del pueblo no podían explicar cómo en un ser infantil podría acumularse la soberbia, la crueldad y el egoísmo de un modo tan monstruoso. Sus padres luchaban diariamente para convencer a Caperucita.

– ¡Llevarás la merienda a la abuelita!

–¡No!

            Y surgían los gritos y amenazas. Todo lo que surge cuando hay un conflicto educacional. Caperucita tenía que atravesar todos los días, tras la discusión, un hermoso pinar para llegar a la casita donde vivía sola su abuelita. Caperucita entraba en casa de su abuela y apenas la saludaba. Dejaba la cesta con la merienda y marchaba precipitadamente, sin dar ninguna muestra de cariño.

            Había en el bosque un perro grande y manso de San Bernardo. El perro vivía solo y se alimentaba de la comida que le daban los cazadores. Cuando el perro veía a Caperucita se acercaba alegre, moviendo el rabo. Caperucita le lanzaba piedras. El perro marchaba con aullido lastimero. Pero todos los días el perro salía a su encuentro, a pesar de las sevicia. 

            Un día surgió una macabra idea en la pequeña, pero peligrosa mente de la niña. ¿Por qué aquel martirio diario de las discusiones y del caminar hasta la casa de su abuela? Ella llevaba en la cesta un queso, un pastel y un poco de miel. ¿Un veneno en el queso? No se lo venderían en la farmacia. Además, no tenía dinero. ¿Un disparo? No. La escopeta de su padre pesaba mucho. No podría manejarla. De repente brilló en su imaginación el reflejo del cuchillo afilado que en su mesita tenía la abuelita. La decisión estaba tomada. El canto de los pájaros y el perfume de las flores no podían suavizar su odio. Cerca de la casa surgió de nuevo el enorme perro. Caperucita le gritó, lanzándole una piedra.

–Pasa, Caperucita.

            Su abuela descansaba en el lecho. Unos minutos después se oyeron unos gritos. Cuando el cuchillo iba a convertirse en un instrumento mortal, Caperucita cayó derribada al suelo. El pacífico San Bernardo había saltado sobre ella. Caperucita quedaba inmovilizada por el peso del perro. Por el peso y el temor: Por primera vez, un gruñido severo, amenazador, surgía de la garganta del perro. La abuelita, tras tomar un copa de licor, reaccionó del espanto. Llamó por teléfono al pueblo.

            Caperucita fue examinada por un psiquiatra competente de la ciudad. Después, la internaron en un centro de reeducación infantil. La abuelita, llevándose a su perro salvador, abandonó la casa del bosque y se fue a vivir con sus hijos. Veinte años después, Caperucita, enfermera diplomada, marchaba a una misión de África.

-¿A qué atribuye usted su maldad infantil? –le preguntó un periodista.
– A la televisión –contestó ella subiendo al avión.


             En África, Caperucita murió asesinada por un negro que jamás vio un televisor, pero había visto otras cosas.

                                                                 Ignacio Viar

Fuente:

viernes, 16 de agosto de 2019

POESÍA DE RODOLFO PINZÓN BRAVO



          Sinsabores y esperanza 

Confieso al mundo que no he vivido,
no conozco los afectos duraderos;
algunos, que furtivos aparecieron
fueron cruelmente mutilados.

Tengo ilusión de lucir más feliz,
pero libre como el viento que se escurre
sin límites ni horizontes vanidosos.
¡Harto estoy de sinsabores y oropeles!

Persisto silente en solitarios caminos,
tropezando en praderas y mil piedras,
revisando entre ramas y hojas secas
de algún árbol que ha cumplido su misión.

Y no encuentro, yo no encuentro la semilla
que germine entre mis surcos recubiertos
con una capa de tierra mojada
para dar frutos de amor y calmar la sed.

¿Dónde estás, mi alma gemela?
Ven a abrigar mi cuerpo en tu lecho
y acurrucarme dormido en tu pecho
como el infante que añora su cuna.

Seré tu cisne en tu laguna azul,
agitada ola de tus mares en calma,
divina estrella en tus noches oscuras,
corazón de carne en tu corazón de hielo.
                     


            ¡Oh, Zaruma!

Zaruma, poema y amor
eres llena de esplendor,
incrustada en plata y oro,
noble Sultana de El Oro.

Te levantas muy airosa
como perlita preciosa;
entre cerritos andinos
y entrecruzados caminos.

Eres mágica y sutil,
tu gente amable y gentil;
con estrechitas callejas,
casitas bellas y viejas.

¡Qué rica gastronomía!
¡Cuatro comidas al día!
Desayunos con tigrillo,
humas, queso, mote pillo.

En tu vientre yo nací.
De mis mayores aprendí
a servir con calidez
y a vivir con sencillez.

Filigrana tú derramas
semejante a vivas llamas.
Tus minas, tu sol, tu bruma
te hacen única. ¡Oh, Zaruma!
                   

           La copa final

Empinemos dos copas de vino
con las manos entrelazadas
y al final de la última gota
tú me miras si quieres hacerlo.

Llevaré una página en blanco
y escribir todo aquello entendible.
Lo demás quedará en el tintero
esperando quizá otro momento.

Esta vida no me ha enseñado
ni he hallado en los libros del tiempo;
que el amor es todo un misterio
y que a todos nos toca enfrentarlo.

¡Corazón!, ¿por qué no me alertaste
que este idilio traería tormentos;
tropezando mil nubes y vientos
y dejando desnuda mi alma?



Datos del autor: 
Rodolfo Pinzón Bravo es escritor y pedagogo. Doctor en Ciencias de la Educación. Ejerció la docencia en distintos niveles: Educación Inicial, Educación Básica, Bachillerato y superior (Universidad de Guayaquil).Fue Supervisor de Educación en la provincia del Guayas. Realizó un posgrado en la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado obras pedagógicas y literarias: Estrategias de aprendizaje de Lectura Inicial placentera para niñas y niños de cero a cinco años (2004), Poemitas y rimas infantiles (con prólogo de Daniel Calero Solís y comentario de Dalton Osorno, 2012), La nube rosada (cuento, 2014).



Nota: 
Mote pillo: (Ecuador). Guiso hecho en sartén con mote, huevo, cebolla, sal y manteca.
Diccionario de la Lengua Española. (2018). Edición del Tricentenario. Recuperado de:  https://dle.rae.es/?id=PvcQkdT