UNA MORDIDA
La suave llovizna cae sobre el techo de la casa de mi
vecino, mi mirada cansada se enfoca en el suave golpeteo que logro escuchar a
través de mi ventana, disfrutando la paz de esta solitaria tarde; pues el resto
de mi familia ha ido al funeral de un tío, a quien nunca conocí y tampoco me
interesa, pero estoy agradecida con él, gracias a su lamentable deceso puedo
gozar de esta lluvia nostálgica en silencio…, en paz.
Escucho la puerta de mi cuarto abrirse, a oscuras
logro identificar el rostro de mi madre asomándose.
-Ya
llegamos, ven a cenar.
Se retira y me percato que me he quedado dormida. Me
preparo mentalmente para soportar un día más los sonidos del infierno, bajo las
escaleras para dirigirme al comedor, encuentro a toda mi familia reunida, cada
quien en el mismo asiento que ocuparon desde que aprendieron a comer solos,
como si existiera un cartel que indique el lugar exacto de cada integrante.
-Buenas
noches.
Desde niña me inculcaron la importancia de los
saludos. Mi plato de comida está servido, paso mi mirada por los cubiertos,
rodeo la silla y tomo asiento. Mi hermana mayor, la que mejor me comprende, me
regala una tierna sonrisa, se la devuelvo con gusto. Dirijo un trozo de pan
hacia mi boca y comienzo a masticar suavemente, sin embargo, no era la misma
situación con mi tía, quien desgraciadamente se sentaba a mi lado derecho;
todas las noches son iguales, tener que escuchar la comida siendo masticada con
fuerza, revoloteando entre la saliva y su lengua, el ruido pastoso, grueso y
asqueroso que al parecer sólo yo puedo percibirlo, ¡es agobiante!
Recuerdo un día, cuando tenía catorce años expliqué a
mis padres cómo me siento al escuchar ciertos sonidos, mi sistema nervioso se
descontrola paulatinamente.
-Eso te
pasa porque te quejas mucho -dijo mi madre.
-Es que
crees que sólo tú eres perfecta -la secundó
mi padre.
-Deberías
escucharte a ti también.
Culminaron los ataques con el comentario de mi prima.
Nunca nadie prestó especial atención a esto que me aqueja. He tratado de
expresar este malestar con la necesidad de ¡por fin ser comprendida!, pero
nadie escucha, es como si tratara de hablar a través del espejo, yo en el lado
oculto, los demás en la claridad, disfrutando de no tener oídos hipersensibles
y un estado de ánimo en constante calentamiento interno, antes de erupcionar,
dañando mis órganos, pensamientos, dejando un rastro caliente con olor a azufre
en mi interior, evaporándose la gracia de la amabilidad. Y ahora vuelve a
ocurrir.
Trato de comer rápido para poder irme y dejar de
escucharla, pero siento que cada cucharada no sirve, el plato sigue con ese
trozo de carne, el sudor recorre mi frente, mi respiración se vuelve
entrecortada. Está comenzando otra vez. El malestar, la desesperación, las
ganas de llorar, la ira, el estrés, la ansiedad, todo se junta, me agobia.
Comienzo a mover mi pierna izquierda para calmarme, tomo un poco de jugo de
naranja, las lágrimas se aproximan, claman por salir, un grito desesperado se
ahoga en mi garganta cuando trago la carne. Los cubiertos siendo golpeteados en
su plato, el cuchillo pasando por la loza causando un chirrido insufrible, el
tenedor siendo llevado a su boca, abriéndose exageradamente para dejar entrar
la comida, los dientes tocando el tenedor, arrastrando el contenido, dejando
una hilera imperceptible de saliva. Una mordida, un sonido, una puñalada.
Sus ojos se topan con los míos, su mirada confundida y
el asombro del resto de mi familia no causan nada en mí, pero esa boca abierta,
esa comida sobre la lengua, ese paladar, esa garganta, no lo soporto, todo me
resulta nauseabundo, su rostro suplicante, su garganta chorreando a borbotones
debido a la herida que le he hecho, todo es tan… ¡Al fin se calló, siento que
por fin puedo respirar, mi cuerpo se relaja, finalmente ya no hay ningún
maldito sonido!
Angie
Isabel Araujo Guerrero
Angie Isabel Araujo Guerrero (Machala -Ecuador, 11 de julio de 2001). Sus hermanas son: Lady y Heidy. Sus padres: César y Martha. Estudió en la Unidad Educativa Particular La Inmaculada, siendo este uno de los principales medios para explorar su gusto literario. Se destacó en atletismo: ganó medalla de oro dos veces consecutivas, en Resistencia. Ha participado en concursos de Declamación y Oratoria; ha obtenido el segundo lugar en la mayoría de ellos. Integra el Talle Literario "Siete Lunas", dirigido por Daniel Calero Solís. Estudia Docencia en Lengua y Literatura en la Universidad de Guayaquil; actualmente cursa el quinto semestre.
Foto: Cortesía de la autora.