AUTORIDAD AQUEMÉNIDA BAJO FORMA CULTURAL EGIPCIA.
UNA APROXIMACIÓN A LA
BIOGRAFÍA FUNERARIA DEL «COLABORACIONISTA»
UDJAHORRESNET DESDE LA
PERSPECTIVA DE LA DIVERSIDAD
ETNOCULTURAL
(2019)
José Sanz
IDIOSINCRASIA DEL IMPERIO PERSA
El aqueménida ―que se extiende temporalmente
desde Ciro II el Grande hasta Darío III Codomano, ca. 550-330 a. C.― es un Estado en el que «la diversidad
etnocultural constituye una característica primordial», por lo que es
importante dilucidar en él cuáles son «las modalidades y la intensidad del
poder ejercido por el Gran Rey y la etnoclase dominante sobre los territorios y
las poblaciones» (BRIANT 1987, p. 1) que lo integran.
El régimen aqueménida permitió ―como estrategia
directamente buscada de dominación y de perpetuación― un alto grado de
autonomía local; el sistema de satrapías ―que, por otra parte, aseguraba un
mínimo de cohesión política de este Imperio enorme, que llegó a extenderse
desde los confines de la India hasta Egipto y sus apéndices
Libia y Nubia (POSENER 1936, p.
XI)― era lo suficientemente versátil como para que a los diversos pueblos o
entidades políticas les fueran otorgadas modalidades de autonomía también
diferentes: fue radicalmente distinto, por ejemplo ―por referirnos únicamente
al Levante―, el cuadro político-administrativo bajo el que se autogobernaron
las ciudades autocéfalas fenicias y una «comunidad-templo» como la de
JudeaJerusalén, aunque perteneciesen a la misma satrapía.
El ideal aqueménida era que cada entidad
perteneciente al Imperio se autogobernase siempre
y cuando no causase problemas de convivencia con la entidad vecina, momento
en que el responsable de la satrapía a la que ambas pertenecían se veía
obligado a intervenir; se trataba, en suma, de «compatibilizar la autonomía
interna y el control en nombre del Gran Rey». Esto implica que «con respecto a
las formas de organización sociopolítica de los poderes locales, la
administración aqueménida no tiene ninguna preferencia ideológica» (BRIANT 1987, pp. 3-4): el sistema de satrapías deja que las
comunidades nacionales que lo integran se gobiernen como quieran, siempre que
se comporten como súbditos leales del Gran Rey y lo muestren de modo práctico
pagando los impuestos exigidos y manteniendo entre unos y otros la tranquilidad
pública.
En consecuencia, la influencia aqueménida puede
rastrearse ―en los textos existentes y en los datos arqueológicos― más al nivel
administrativo y de la percepción de impuestos (y de los controles y los frenos
políticos, cuando estos se hacen necesarios) que en el nivel de la vida
cotidiana y de los objetos materiales: en amplias zonas del Imperio ―particularmente
en las más alejadas de las sedes imperiales― la vida material de los gobernados
no recibe influencias significativas de la arquitectura, el arte, las
costumbres literarias, la cerámica, etc., de la etnoclase gobernante, salvo, en
algún pequeño grado, en las capitales de cada satrapía o en algunos puntos muy
localizados, como los acantonamientos militares.
En realidad, la estrategia de dominación
aqueménida es un modelo de éxito que será después utilizado por Alejandro Magno
y los mejores gestores de entre sus sucesores: los reyes persas lograron una
transición armoniosa entre los poderes anteriores y su propia dominación
mediante el expediente de atraerse la colaboración de las élites locales,
planteándose a la vez intervenir lo menos posible en las costumbres de esos
pueblos. Los persas se limitaron, en los centros administrativos, a instalar en
medio de los locales «pequeñas Persias» en las que se reproducían los usos, la
religión y hasta el lenguaje de la corte imperial, pero sin que esta casta o
etnoclase dominante se mezclase nunca ―al menos como ideal, pues con el paso
del tiempo tenemos indicios de distintos fenómenos más o menos acusados de
aculturación persa y de deculturación de los locales― con las poblaciones a las
que gobernaba (BRIANT 1987, pp. 12; 16-20).
Se trata, pues, de un acuerdo tipo do
ut des entre élites en el que las clases dirigentes babilonias, hebreas,
egipcias, etc., aceptan reconocer a los soberanos aqueménidas como sus reyes, pero lo hacen a cambio de poder mantener
sus tradiciones y valores propios; como
contrapartida, paralelamente, el Gran Rey mantiene en sus puestos de alta
dirección a dichas élites locales, a las que asigna la función vicaria de
mantener la cohesión social en el país conquistado. El sistema no dejó de
presentar fisuras a lo largo del tiempo, pero, al menos al principio del
período aqueménida, cumplió sus objetivos, como nos deja entrever la biografía
funeraria de Udjahorresnet (fig. 1), cuyo texto completo se ofrece
paralelamente a este artículo.
FIGURA 1: estatua
naófora de Udjahorresnet
(SERRANO 2011, p. 483)
IDIOSINCRASIA DEL EGIPTO AQUEMÉNIDA
Dicha poco significativa huella arqueológica o
documental de los aqueménidas sobre sus sometidos es particularmente
perceptible en el caso de Egipto, donde la influencia persa sobre el arte o la
arquitectura locales es casi inexistente: los persas «han ocupado militarmente
el país, pero no lo han conquistado; acamparon en él, pero sin instalarse» (BRIANT 1987, p. 7); esto era de esperarse en una sociedad
con una cultura tan asentada y una personalidad tan acusada como la egipcia.
De hecho, una estatua naófora como la de
Udjahorresnet no tiene nada de persa: sigue escrupulosamente los cánones
egipcios pluriseculares ―este tipo de figuración se documenta por primera vez
en el Imperio Nuevo, durante la dinastía XIX (ss. XIII-XII a. C.)― y podría
haber sido esculpida quinientos años atrás; que ha sido tallada durante la
dominación aqueménida del Valle del Nilo no se ve en nada, salvo en que el texto al que sirve de soporte nos informa de que el
influyente funcionario Udjahorresnet sirvió tanto a gobernantes puramente
egipcios (Amosis II, 570-526 a. C., y Psamético III, 526-525 a. C., ambos de la
dinastía XXVI o saíta) como a sus sucesores en el poder, los conquistadores
persas Cambises II (530-523 a. C., faraón desde el 525 a. C.) y Darío I el
Grande (521-486 a. C.); y todo ello bajo una fraseología en la que el único
dato no egipcio es el constituido, precisamente, por los nombres de esos dos
sucesivos faraones extranjeros, los miembros de la dinastía XXVII Cambises y
Darío: el texto de la escultura se complace, por ejemplo, en subrayar que
Cambises II se comportó «como lo hizo antes cada rey […]; como cada rey
bienhechor ha hecho antes […]; como todos los reyes anteriores a él» (líneas
25; 26; 29; POSENER 1936, pp. 167; 170-171).
Ahora bien, esta patente escasez de influencia
arqueológica, cultural y cúltica de los dominadores aqueménidas sobre la
satrapía de Egipto encuentra un contrapunto en el hecho de que la dominación
persa del País del Nilo ha de ser considerada «un período de relevancia
histórica» aunque no sea más que por el largo tiempo transcurrido desde que
Cambises II incorpora el territorio a su imperio (525 a. C.) hasta que nuevas dinastías
nativas ―la efímera XXVIII del descendiente de los saítas Amirteo (404-399 a.
C.), la XXIX (398-378 a. C.) y la XXX (378-343 a. C.)― recuperan el poder para
los locales a partir de 404 a. C. (SERRANO
2004, p. 31); se trata
de bastante más de un siglo, incluso dejando de lado el decenio ―343-332 a. C.―
de lo que se suele denominar «segunda dominación persa» o dinastía XXXI, que
termina con la conquista de Egipto por Alejandro Magno.
La biografía funeraria de Udjahorresnet se
ubica precisamente al principio de este no insignificante período histórico, o
más bien a caballo de la época de cambios políticos que supuso la sustitución
de la dinastía XXVI (saíta) por la dinastía XXVII (persa).
El aqueménida en Egipto es un período marcado por un baldón viejo de más
de dos mil años: la visión negativa tanto de la historiografía egipcia
posterior a la ocupación, sistemáticamente opuesta a los dominadores persas,
como de la historiografía griega, con Herodoto (s. V a. C.) y Diodoro Sículo
(s. I a. C.) como autores más representativos, que proyectaron generalmente
sobre los aqueménidas de Egipto sus propios prejuicios «de raza» contra el
archienemigo persa, que a punto estuvo de domeñar por completo las tierras
helénicas (POSENER 1936, pp. IX; 171; 175; BRIANT 1987, p. 15; SERRANO 2004, pp.
31; 42); sin embargo, los materiales epigráficos egipcios coetáneos, seguidos
por los estudios especializados más recientes, que se apoyan sobre ellos, nos
enseñan que la realidad fue más bien la opuesta: «Hoy se tienen pocas dudas de
que Egipto vivió tiempos prósperos bajo la dominación persa» (SERRANO 2004, p. 32), restableciéndose rápidamente el orden tras los inevitables
desórdenes de la conquista de Cambises II, durante la cual, por ejemplo, no hay
evidencias arqueológicas de que los templos principales fuesen dañados. Asimismo,
«bajo su gobierno Darío I consideró a Egipto como una de sus provincias
favoritas y como un foco de especial atención» (SERRANO 2004, pp.
32; 39; 43).
FIGURAS 2-5:
estatua naófora de Udjahorresnet
(imágenes propiedad de los
Museos Vaticanos, www.museivaticani.va, Museo Gregoriano Egipcio, apud
«naóforo vaticano»)
EL
PAPEL DE MEDIADOR DEL ALTO FUNCIONARIO UDJAHORRESNET
La estatua naófora de Udjahorresnet (basalto; altura, 58 cm; anchura,
12,5 cm; fondo, 27,5 cm; Museos Vaticanos, n.° de catálogo 22690, figs. 2-5)
subyuga por su delicada armonía, lo que motivó sin duda que ese gran
coleccionista de arte que fue el emperador Adriano (117-138 d. C.) tomara
posesión de ella para que adornase su villa de Tívoli. Me resultaría
interesante, por cierto, saber si en esa época aún conservaba su cabeza
original; no la tenía, sin duda, cuando pasó al Museo Gregoriano Egipcio de los
Museos Vaticanos en 1738.
Dicha excelente factura corresponde a la altura social del personaje,
que en sus cargos y actuaciones públicas se nos presenta a sí mismo como una de
las figuras más prominentes de la época de cambio de régimen que le tocó vivir
(POSENER 1936, pp. 164-167; CARDONA 2013, pp.
3435). Las suyas son funciones públicas reseñadas de una manera escueta que
oculta cuidadosamente el orgullo por haberlas realizado de este alto funcionario
que presume ―como quien no quiere la cosa― de su probidad. Se trata de una
enumeración que nos ofrece información de primera mano sobre las decisiones
sociopolíticas que fueron consideradas esenciales en el paso, necesariamente
traumático, de una dinastía local (la saíta XXVI) a otra extranjera (la XXVII
aqueménida).
Estas actuaciones, tendentes a restablecer la normalidad en el
territorio recién anexionado, fueron las siguientes:
• Líneas 1-3; 46-48. Udjahorresnet se presenta a sí mismo, en primer lugar, como médico
real. La mención de este importante cargo oficial se repite hasta tres veces,
una vez en cada una de las tres líneas iniciales; y Udjahorresnet volverá a
recordarnos que él ostentó este cargo tan cercano al faraón hasta ocho veces más
―once en total, pues, señal de la gran importancia que Udjahorresnet le
concedió a este su cargo de «jefe de los médicos [de Egipto]» (POSENER 1936, p. 24; CARDONA 2013, p. 35)―, dos de ellas (líneas
46; 48) precisamente en las tres solemnes líneas conclusivas de la inscripción.
• Líneas 7-8.
Más cargos palaciegos de Udjahorresnet: príncipe, canciller real, único
compañero del monarca, escriba y jefe de escribas, administrador del palacio
real.
❖
❖ ❖
• Líneas 9-10.
Comienzan las actuaciones de Udjahorresnet desde cargos políticos ya
exteriores al palacio: es el jefe supremo de la armada real egipcia bajo Amosis
II (570-526 a. C.) y bajo Psamético III (526525 a. C.). Podemos suponer que es
en este punto temporal ―el almirante egipcio bajo el derrotado Psamético pasa a
ser la mano derecha del victorioso conquistador extranjero Cambises― cuando
comienza la carrera político-administrativa de Udjahorresnet como funcionario
«colaboracionista» de los invasores persas, es decir, como sostén, en nombre de
la oligarquía local, de la política aqueménida de apaciguamiento y amplio
autogobierno de los pueblos conquistados que hemos detallado en las páginas
anteriores (POSENER 1936, p. 165).
• Líneas 12-13.
Tras su conquista, Cambises II (530-523 a. C., faraón desde el 525 a. C.)
confirma a Udjahorresnet como médico real, además de ratificarlo como
administrador supremo del palacio real, es decir, su más cercano colaborador.
En consonancia con dicha posición, Udjahorresnet es el encargado de componer la
titulatura real del nuevo faraón, un acto de especial relevancia en orden a la
continuidad de las costumbres egipcias bajo la autoridad aqueménida, que con
este acto ritual confirma su respeto escrupuloso de las mismas (POSENER 1936, pp. 12; 170; SERRANO 2004, pp.
36-38).
• Líneas 17-23; 25-27; 29-32. Este es el punto focal de la inscripción, por consignarse en él la
medida sociopolítica más importante tomada por Cambises al inicio de su
reinado. Este, por indicación de Udjahorresnet, ordena el desalojo de los soldados
acantonados en el témenos del
santuario de Neit ―considerado un santuario nacional por los faraones de la
precedente dinastía saíta (SERRANO 2004, p. 48)―; con ello los
sacerdotes pueden retornar y la liturgia diaria de la diosa puede ser reanudada.
Cambises, por otra parte, al postrarse piadosamente, «en persona» (línea 25),
ante la diosa, revitaliza mediante su sanción real el culto nacional de Neit en
Sais; además, con estas actuaciones Cambises deja asegurada la viabilidad
económica del santuario, al reanudarse el flujo de ingresos del templo (líneas
22; 31; SERRANO 2004, pp. 33-34; 39-40). En todas
estas devotas actuaciones vemos a un Cambises radicalmente diferente al déspota
violento, caprichoso y sacrílego que nos pintan Herodoto ―«estaba loco», repite
de mil maneras el historiador de Halicarnaso, III, 16; 27-29; 37― y Diodoro
Sículo I, 46 (POSENER 1936, 168; SERRANO 2004, p.
34).
❖ ❖ ❖
• Líneas 33-42.
Además de tener a su cargo, al lado del faraón persa, la alta política del País
del Nilo, Udjahorresnet, a raíz de «las tremendas calamidades que hubo en todo
el territorio, desgracias como nunca se habían visto antes» (líneas 33-34;
40-42; 44), se comporta ―en una decena de líneas que repiten tópicos funerarios
pluriseculares egipcios― como un benévolo «defensor del débil frente al fuerte»
(líneas 34-35) y como universal benefactor de sus conciudadanos, sobre los que
vela con mil dádivas diversas; y ellos le corresponden con su amor
incondicional y su respeto. Dichas «tremendas calamidades y desgracias» pueden
corresponder a los desórdenes inherentes a los primeros tiempos del
establecimiento del poder aqueménida en Egipto o bien al interregno de
revueltas que se produjo en el país entre el final del reinado de Cambises II y
el comienzo del de Darío I (POSENER 1936, pp. 168-169).
❖ ❖ ❖
• Líneas 43-45.
Darío I el Grande (521-486 a. C.), al que Udjahorresnet ha acompañado al
territorio persa metropolitano, hace volver, muy eficazmente protegido (línea
44), a su mano derecha a Egipto, en donde habrá de asumir la importante función
de restaurar las «casas de la vida» o escuelas de escribas ―la inscripción no
deja claro si de todo el país o únicamente de la capital, Sais, siendo esto
último lo más probable (POSENER 1936, pp. 169; 175-176; SERRANO 2011, p. 483)―, lo que tiene un rol no sólo
cultural y administrativo, sino también económico: «Su Majestad hizo esto
porque conocía la utilidad de este arte […] para hacer perdurar los nombres de
todos los dioses, sus templos y los
ingresos de sus propiedades»
(línea 45; SERRANO 2004, pp. 43; 51).
Hasta aquí los actos oficiales de
estabilización del dominio persa sobre Egipto en los que este alto funcionario
«colaboracionista» estuvo involucrado; dado que el texto no menciona la visita
que Darío I el Grande (entronizado en 521 a. C.) realizó a Egipto ca. 519/518 a. C. (SERRANO 2004, p. 43), podemos suponer con verosimilitud que la muerte de
Udjahorresnet, así como la subsiguiente talla de su estatua funeraria naófora,
se produjo poco antes de esta fecha.
PA’ POR SI QUIERE
USTÉ SEGUIR
LEYENDO: LITERATURA SECUNDARIA UTILIZADA
• BRIANT 1983: PIERRE BRIANT, «Pouvoir
central et polycentrisme culturel dans l’Empire achéménide. Quelques réflexions
et suggestions», en HELEEN SANCISI-WEERDENBURG
(ed.), Sources, Structures and Synthesis.
Proceedings of the Groningen 1983 Achaemenid History Workshop, The
Netherlands Institute for the Near East / Nederlands Instituut voor het Nabije
Oosten (NINO), Leiden 1987, pp. 1-31.
• CARDONA 2013: BEATRIZ CARDONA ARENAS, Envejecer en el Antiguo Egipto. Una
perspectiva médica, farmacéutica y cultural, Universidad Autónoma de
Barcelona (Instituto de Estudios del Próximo Oriente Antiguo, tesis doctoral),
Barcelona 2013.
• POSENER 1936: GEORGES POSENER, La première domination perse en Égypte.
Recueil d’inscriptions hiéroglyphiques, Imprimerie de l’Institut Français
d’Archéologie Orientale (Bibliothèque d’Étude de l’Institut Français
d’Archéologie Orientale 11), El Cairo 1936.
• SERRANO 2004: JOSE MIGUEL SERRANO DELGADO,
«Cambises in Sais: Political and Religious
Context in Achaemenid Egypt», en Cronique
d’Égypte, 79 / 157-158, 2004, pp. 31-52.
• SERRANO 2011: JOSÉ MIGUEL SERRANO DELGADO, «Capítulo X. La Baja Época», en JOSÉ MIGUEL PARRA (ed.), El
Antiguo Egipto. Sociedad,
economía, política, Marcial Pons, Madrid 22011 [= 2009], pp.
463-493.
ESTATUA
NAÓFORA DE
UDJAHORRESNET. TEXTO COMPLETO DE LA INSCRIPCIÓN
[Ignoro si
existe ―realizada por especialistas en egiptología y no por aficionados bienintencionados
como yo― alguna traducción de esta valiosísima inscripción al español; yo, al
menos, desde Quito no he logrado
encontrar ninguna, ni en físico ni en digital ―y que me perdonen los
puristas del idioma, y asimismo Tot el de cabeza de ibis desde el cielo, por
emplear, a falta de otros más concisos, estos dos nefandos «en…en…»―. Sí
es posible toparse en Googleland con
traducciones más o menos comentadas ―o al menos
con referencias a las mismas― en inglés, italiano, francés, alemán... Para
ofrecer, pues, esta versión a nuestra lengua, ignorante como soy casi por
completo del egipcio antiguo, sencillamente he traducido el texto francés del
egiptólogo Georges Posener (POSENER 1936, pp. 1-26), exhaustivamente comentado desde los
puntos de vista filológico, cultural e histórico. Se trata probablemente de la
mejor traducción de las existentes, razón por la que ha sido profusamente
utilizada ―como he podido comprobar―, en diversos grados, de cara a la composición
de varias otras versiones y/o comentarios en diversos idiomas]
1.
Ofrenda que da el rey a Osiris Hemag
[= el Osiris de Sais]: miles de
piezas de pan y cerveza, carne bovina y aves de corral, así como todo tipo de
otras viandas buenas y puras, para el ka [= una
de las partes de que está compuesta el alma humana, asimilable a la «fuerza
vital» que diferencia a una persona viva de otra muerta] del honrado ante
los dioses del nomo [= distrito]
saíta, el médico real Udjahorresnet.
2.
Ofrenda que da el rey a Osiris, el que reside en Hetbjet
[= templo de Osiris situado en el
nomo saíta, quizá en la misma Sais]: ofrenda funeraria de pan y cerveza,
carne bovina y aves de corral, vasos de alabastro y vestidos, incienso y
ungüentos y toda cosa buena para el ka del honrado ante todos los dioses, el
médico real Udjahorresnet.
3.
¡Oh, Osiris, Señor de la Eternidad!, el médico real
4.
Udjahorresnet te rodea con sus brazos a fin de
5.
protegerte. Ojalá ordene tu ka que él sea colmado con toda acción
funeraria útil,
6.
de la misma manera que él monta la guardia tras tu templo por toda la
eternidad.
7.
El honrado ante la gran Neit, la madre del Dios [= Ra], y ante los dioses de Sais, el príncipe, el canciller real, el
único compañero,
8.
el verdaderamente conocido y amado por el rey, el escriba, el inspector
de los escribas del tribunal dedet [=
un tipo de corte de justicia], el
jefe de los grandes escribas de la cárcel [menos
verosímilmente, «del harén»], el administrador del palacio,
9.
el jefe de la armada real bajo el rey del Alto y del Bajo Egipto
Hnemibra [= Amosis II], el jefe de la
armada real bajo el rey del Alto y del Bajo Egipto
10.
Anhkaenra [= Psamético III],
Udjahorresnet, hijo del administrador de las fortalezas, sacerdote hrjep, sacerdote renep, sacerdote hepetwedet,
profeta de Neit, quien estuvo a la cabeza del nomo saíta, Peftuoneit,
11. dice así [es Udjahorresnet quien habla]: «Vino a Egipto el Gran Rey de todos
los países extranjeros Cambises, y los extranjeros de todos los países
extranjeros venían con él. Cuando tomó posesión de toda esta tierra
12. entera, aquí fijaron su residencia,
y él se convirtió en gran soberano de Egipto y Gran Rey de todos los países
extranjeros. Su Majestad me asignó la función de medico real
13.
y me hizo residir junto a él en calidad de compañero y de administrador
del palacio, ordenándome componer su titulatura real, a saber, su nombre
oficial de soberano del
Alto y del Bajo Egipto, Mesutira [o
sea, «descendiente de Ra»]. Me aseguré de que Su Majestad fuese consciente
de la grandeza de Sais:
14.
es la residencia de la gran Neit, la madre que dio vida a Ra y que
inauguró los nacimientos cuando los nacimientos aún no existían; y [también me
aseguré] de que fuese consciente de la grandeza de significado del templo de
Neit: es el cielo en todos sus aspectos; y de que fuese consciente, asimismo,
de la grandeza de las fortalezas de la Corona Roja [= la correspondiente al Bajo Egipto, en donde está ubicada Sais]
15.
y de todos los dioses y diosas que residen en ellos; y fue consciente de
la grandeza de significado de Hetbjet:
es la residencia del dueño y señor del cielo [= Osiris]; y fue consciente de la grandeza de significado de Resenet y de Mehnet, de la casa de Ra y de la casa de Atón [= estos cuatro templos saítas corresponden a
los cuatro puntos cardinales: Resenet, sur; Mehnet, norte; la casa de Ra, este;
la casa de Atón, oeste]: son los misterios de todos los dioses».
16.
El honrado ante el dios de su ciudad
[= Osiris] y ante todos los
dioses, el príncipe, el canciller real, el único compañero, el verdaderamente
conocido y amado por el rey,
17.
el médico real Udjahorresnet, nacido de [su madre] Atemirtis, dice así:
«Me quejé
18.
ante Su Majestad el rey del Alto y del Bajo Egipto Cambises con respecto
a todos los extranjeros que se habían instalado en el templo de Neit
19.
pidiéndole que fueran desalojados de allí, a fin de que el templo de
Neit retomase el esplendor que tenía en tiempos anteriores; y Su Majestad
ordenó desalojar a todos los extranjeros
20. que se habían establecido en el
templo de Neit, desmantelando todas sus casas y sacando todas sus inmundicias
acumuladas en dicho templo. Cuando ellos se llevaron
21.
todos sus bienes fuera del recinto del templo, Su Majestad ordenó
purificar el templo de Neit y que retornaran a él sus servidores
22.
[falta texto] …y los turnos de
sacerdotes del templo; Su Majestad ordenó
restablecer los ingresos de sus
propiedades inalienables a la gran Neit, la madre del Dios [= Ra], y a los dioses que alberga Sais; Su
Majestad ordenó
23.
que fuesen retomadas todas sus festividades y procesiones, tal como
siempre se habían celebrado. Su Majestad tomó estas disposiciones porque yo
había hecho que Su Majestad tomase conciencia de la grandeza de Sais, que es la
ciudad
en la que todos los dioses han emplazado sus tronos por toda la
eternidad».
24.
El honrado ante los dioses de Sais,
25.
el médico real Udjahorresnet, dice así: «El rey del Alto y del Bajo
Egipto Cambises vino a Sais. Su Majestad vino al templo de Neit en persona,
postrándose muy piadosamente ante Su Majestad [= Neit], como lo hizo antes cada rey; hizo una copiosa ofrenda
26.
de multitud de dones valiosos a la gran Neit, la madre del Dios [= Ra], y a los dioses que alberga Sais,
como cada rey bienhechor ha hecho antes. Su Majestad realizó este acto porque
yo había hecho a Su Majestad tomar conciencia de la grandeza de Su Majestad [= Neit],
27.
que es propiamente la madre de Ra».
28.
El honrado ante Osiris Hemag,
29.
el médico real Udjahorresnet, dice así: «Su Majestad dispuso cuanto resultaba
útil y necesario en el templo de Neit; repristinó la presentación de libaciones
al Señor de la Eternidad [= Osiris]
en el interior del templo de Neit, como todos los reyes anteriores a él.
30.
Su Majestad llevó a cabo todo esto porque yo había informado a Su
Majestad acerca de qué acciones útiles y necesarias habían sido hechas
previamente en este templo por cada rey anterior, a causa de la grandeza de
este templo, en el que todos los dioses han establecido su residencia por toda
la eternidad».
31.
El honrado ante los dioses del nomo saíta, el médico real Udjahorresnet,
dice así: «He restablecido los ingresos de sus propiedades inalienables a la
gran Neit, la madre del Dios [= Ra],
siguiendo
32.
las órdenes de Su Majestad, para toda la eternidad; he dispuesto asimismo
[nuevas] fundaciones religiosas beneficiosas para Neit, la dueña y señora de
Sais, como lo hace un criado
33.
respetuoso de su amo. Soy un benefactor de mi ciudad: he salvado a sus
habitantes de las tremendas calamidades
34.
que hubo en todo el territorio [de Egipto], desgracias como nunca se
habían visto antes; he sido un defensor del débil
35.
frente al fuerte; he protegido al que estaba inseguro tras sufrir un
incidente; hice por todos ellos toda suerte de acciones útiles cuando
36.
fue necesario actuar en su favor [es
decir, con motivo de las «tremendas calamidades y desgracias» ya mencionadas en
las líneas 33-34 y después en las 40-42 y 44]».
37.
El honrado ante el dios de su ciudad [= Osiris], el médico real Udjahorresnet, dice así: «He sido un hijo
honrado por mi padre, alabado por mi madre
38.
y buen confidente de mis hermanos: los he aupado a la función de
profetas y les concedí propiedades, de acuerdo a las órdenes de Su Majestad,
para
39.
toda la eternidad; le construí una digna sepultura a aquel de entre
ellos que no disponía de ella; me ocupé de toda su descendencia; defendí sus
casas; tomé
40.
en favor de ellos toda resolución beneficiosa, como un padre lo hubiera
hecho por sus hijos, cuando las desgracias se abatieron sobre
41.
este nomo, cuando las tremendas calamidades se abatieron
42.
sobre todo el territorio [de Egipto]».
43.
El príncipe, el canciller real, el único compañero, el que vive en
todos, el profeta, el médico real Udjahorresnet, nacido de Atemirtis, dice así:
«Su Majestad el rey del Alto y del Bajo Egipto Darío ―que eternamente viva― me
ordenó volver a Egipto, estando Su Majestad en Elam tras haber llegado a ser el
Gran Rey de todos los países extranjeros y gran soberano de Egipto, con el fin
de restaurar la institución de la casa de la vida [= las escuelas superiores de escribas, que incluían la enseñanza de las
ciencias y la literatura]
44.
[falta texto] …tras la
calamidad. Los bárbaros me condujeron de país en país y me escoltaron hasta
Egipto, como lo había ordenado el señor del Doble País. Actué según me había
ordenado Su Majestad. Las doté [a las casas de la vida] con todo el personal
necesario, consistente en bien nacidos; no había gente de baja extracción entre
ellos; y los puse bajo la tutela de hombres todos sabios,
45.
[falta texto] …todos sus
trabajos. Su Majestad ordenó que fuesen provistos de todos los medios
necesarios para consagrarse a sus tareas, así que cubrí sus necesidades y les
proporcioné todos los utensilios [del arte de los escribas] prescritos por los
escritos antiguos, como siempre se ha hecho. Su Majestad hizo esto porque
conocía la utilidad de este arte para sanar a todo enfermo [dado que la casa de la vida de Sais estaba
especializada en la práctica médica (POSENER 1936, p.
24; CARDONA 2013, p. 35)] y para hacer perdurar los
nombres de todos los dioses, sus templos, los ingresos de sus propiedades
inalienables y los ritos de sus festividades por toda la eternidad».
46.
El médico real Udjahorresnet dice así: «Mientras viví fui honrado por
todos mis amos sucesivos, quienes solían hacerme beneficiario tanto de objetos
de oro como de todo tipo de deferencias útiles».
47.
Será un honrado ante Neit quien diga, en el futuro: «¡Oh grandes dioses
que alberga Sais,
48.
acordaos de todas las acciones meritorias que realizó en su vida el médico
real Udjahorresnet; haced vosotros, por vuestra parte, cuanto podáis en su
favor, a fin de mantener incólume su nombradía en esta tierra por siempre
jamás!».