viernes, 23 de abril de 2021

Autoridad Aqueménida bajo forma cultural egipcia



AUTORIDAD AQUEMÉNIDA BAJO FORMA CULTURAL EGIPCIA.

UNA APROXIMACIÓN A LA BIOGRAFÍA FUNERARIA DEL «COLABORACIONISTA»

UDJAHORRESNET DESDE LA
PERSPECTIVA DE LA DIVERSIDAD
ETNOCULTURAL
(2019) 
                        José Sanz
                                            

IDIOSINCRASIA DEL IMPERIO PERSA

El aqueménida ―que se extiende temporalmente desde Ciro II el Grande hasta Darío III Codomano, ca. 550-330 a. C.― es un Estado en el que «la diversidad etnocultural constituye una característica primordial», por lo que es importante dilucidar en él cuáles son «las modalidades y la intensidad del poder ejercido por el Gran Rey y la etnoclase dominante sobre los territorios y las poblaciones» (BRIANT 1987, p. 1) que lo integran.

El régimen aqueménida permitió ―como estrategia directamente buscada de dominación y de perpetuación― un alto grado de autonomía local; el sistema de satrapías ―que, por otra parte, aseguraba un mínimo de cohesión política de este Imperio enorme, que llegó a extenderse desde los confines de la India hasta Egipto y sus apéndices
Libia y Nubia (POSENER 1936, p. XI)― era lo suficientemente versátil como para que a los diversos pueblos o entidades políticas les fueran otorgadas modalidades de autonomía también diferentes: fue radicalmente distinto, por ejemplo ―por referirnos únicamente al Levante―, el cuadro político-administrativo bajo el que se autogobernaron las ciudades autocéfalas fenicias y una «comunidad-templo» como la de JudeaJerusalén, aunque perteneciesen a la misma satrapía.

El ideal aqueménida era que cada entidad perteneciente al Imperio se autogobernase siempre y cuando no causase problemas de convivencia con la entidad vecina, momento en que el responsable de la satrapía a la que ambas pertenecían se veía obligado a intervenir; se trataba, en suma, de «compatibilizar la autonomía interna y el control en nombre del Gran Rey». Esto implica que «con respecto a las formas de organización sociopolítica de los poderes locales, la administración aqueménida no tiene ninguna preferencia ideológica» (BRIANT 1987, pp. 3-4): el sistema de satrapías deja que las comunidades nacionales que lo integran se gobiernen como quieran, siempre que se comporten como súbditos leales del Gran Rey y lo muestren de modo práctico pagando los impuestos exigidos y manteniendo entre unos y otros la tranquilidad pública.

En consecuencia, la influencia aqueménida puede rastrearse ―en los textos existentes y en los datos arqueológicos― más al nivel administrativo y de la percepción de impuestos (y de los controles y los frenos políticos, cuando estos se hacen necesarios) que en el nivel de la vida cotidiana y de los objetos materiales: en amplias zonas del Imperio ―particularmente en las más alejadas de las sedes imperiales― la vida material de los gobernados no recibe influencias significativas de la arquitectura, el arte, las costumbres literarias, la cerámica, etc., de la etnoclase gobernante, salvo, en algún pequeño grado, en las capitales de cada satrapía o en algunos puntos muy localizados, como los acantonamientos militares.

En realidad, la estrategia de dominación aqueménida es un modelo de éxito que será después utilizado por Alejandro Magno y los mejores gestores de entre sus sucesores: los reyes persas lograron una transición armoniosa entre los poderes anteriores y su propia dominación mediante el expediente de atraerse la colaboración de las élites locales, planteándose a la vez intervenir lo menos posible en las costumbres de esos pueblos. Los persas se limitaron, en los centros administrativos, a instalar en medio de los locales «pequeñas Persias» en las que se reproducían los usos, la religión y hasta el lenguaje de la corte imperial, pero sin que esta casta o etnoclase dominante se mezclase nunca ―al menos como ideal, pues con el paso del tiempo tenemos indicios de distintos fenómenos más o menos acusados de aculturación persa y de deculturación de los locales― con las poblaciones a las que gobernaba (BRIANT 1987, pp. 12; 16-20).

Se trata, pues, de un acuerdo tipo do ut des entre élites en el que las clases dirigentes babilonias, hebreas, egipcias, etc., aceptan reconocer a los soberanos aqueménidas como sus reyes, pero lo hacen a cambio de poder mantener sus tradiciones y valores propios; como contrapartida, paralelamente, el Gran Rey mantiene en sus puestos de alta dirección a dichas élites locales, a las que asigna la función vicaria de mantener la cohesión social en el país conquistado. El sistema no dejó de presentar fisuras a lo largo del tiempo, pero, al menos al principio del período aqueménida, cumplió sus objetivos, como nos deja entrever la biografía funeraria de Udjahorresnet (fig. 1), cuyo texto completo se ofrece paralelamente a este artículo.


FIGURA 1: estatua naófora de Udjahorresnet
(SERRANO 2011, p. 483)

IDIOSINCRASIA DEL EGIPTO AQUEMÉNIDA

Dicha poco significativa huella arqueológica o documental de los aqueménidas sobre sus sometidos es particularmente perceptible en el caso de Egipto, donde la influencia persa sobre el arte o la arquitectura locales es casi inexistente: los persas «han ocupado militarmente el país, pero no lo han conquistado; acamparon en él, pero sin instalarse» (BRIANT 1987, p. 7); esto era de esperarse en una sociedad con una cultura tan asentada y una personalidad tan acusada como la egipcia.

De hecho, una estatua naófora como la de Udjahorresnet no tiene nada de persa: sigue escrupulosamente los cánones egipcios pluriseculares ―este tipo de figuración se documenta por primera vez en el Imperio Nuevo, durante la dinastía XIX (ss. XIII-XII a. C.)― y podría haber sido esculpida quinientos años atrás; que ha sido tallada durante la dominación aqueménida del Valle del Nilo no se ve en nada, salvo en que el texto al que sirve de soporte nos informa de que el influyente funcionario Udjahorresnet sirvió tanto a gobernantes puramente egipcios (Amosis II, 570-526 a. C., y Psamético III, 526-525 a. C., ambos de la dinastía XXVI o saíta) como a sus sucesores en el poder, los conquistadores persas Cambises II (530-523 a. C., faraón desde el 525 a. C.) y Darío I el Grande (521-486 a. C.); y todo ello bajo una fraseología en la que el único dato no egipcio es el constituido, precisamente, por los nombres de esos dos sucesivos faraones extranjeros, los miembros de la dinastía XXVII Cambises y Darío: el texto de la escultura se complace, por ejemplo, en subrayar que Cambises II se comportó «como lo hizo antes cada rey […]; como cada rey bienhechor ha hecho antes […]; como todos los reyes anteriores a él» (líneas 25; 26; 29; POSENER 1936, pp. 167; 170-171).

Ahora bien, esta patente escasez de influencia arqueológica, cultural y cúltica de los dominadores aqueménidas sobre la satrapía de Egipto encuentra un contrapunto en el hecho de que la dominación persa del País del Nilo ha de ser considerada «un período de relevancia histórica» aunque no sea más que por el largo tiempo transcurrido desde que Cambises II incorpora el territorio a su imperio (525 a. C.) hasta que nuevas dinastías nativas ―la efímera XXVIII del descendiente de los saítas Amirteo (404-399 a. C.), la XXIX (398-378 a. C.) y la XXX (378-343 a. C.)― recuperan el poder para los locales a partir de 404 a. C. (SERRANO 2004, p. 31); se trata de bastante más de un siglo, incluso dejando de lado el decenio ―343-332 a. C.― de lo que se suele denominar «segunda dominación persa» o dinastía XXXI, que termina con la conquista de Egipto por Alejandro Magno.

La biografía funeraria de Udjahorresnet se ubica precisamente al principio de este no insignificante período histórico, o más bien a caballo de la época de cambios políticos que supuso la sustitución de la dinastía XXVI (saíta) por la dinastía XXVII (persa).

El aqueménida en Egipto es un período marcado por un baldón viejo de más de dos mil años: la visión negativa tanto de la historiografía egipcia posterior a la ocupación, sistemáticamente opuesta a los dominadores persas, como de la historiografía griega, con Herodoto (s. V a. C.) y Diodoro Sículo (s. I a. C.) como autores más representativos, que proyectaron generalmente sobre los aqueménidas de Egipto sus propios prejuicios «de raza» contra el archienemigo persa, que a punto estuvo de domeñar por completo las tierras helénicas (POSENER 1936, pp. IX; 171; 175; BRIANT 1987, p. 15; SERRANO 2004, pp. 31; 42); sin embargo, los materiales epigráficos egipcios coetáneos, seguidos por los estudios especializados más recientes, que se apoyan sobre ellos, nos enseñan que la realidad fue más bien la opuesta: «Hoy se tienen pocas dudas de que Egipto vivió tiempos prósperos bajo la dominación persa» (SERRANO 2004, p. 32), restableciéndose rápidamente el orden tras los inevitables desórdenes de la conquista de Cambises II, durante la cual, por ejemplo, no hay evidencias arqueológicas de que los templos principales fuesen dañados. Asimismo, «bajo su gobierno Darío I consideró a Egipto como una de sus provincias favoritas y como un foco de especial atención» (SERRANO 2004, pp. 32; 39; 43).


FIGURAS 2-5: estatua naófora de Udjahorresnet
(imágenes propiedad de los Museos Vaticanos, www.museivaticani.va, Museo Gregoriano Egipcio, apud «naóforo vaticano»)

EL PAPEL DE MEDIADOR DEL ALTO FUNCIONARIO UDJAHORRESNET

La estatua naófora de Udjahorresnet (basalto; altura, 58 cm; anchura, 12,5 cm; fondo, 27,5 cm; Museos Vaticanos, n.° de catálogo 22690, figs. 2-5) subyuga por su delicada armonía, lo que motivó sin duda que ese gran coleccionista de arte que fue el emperador Adriano (117-138 d. C.) tomara posesión de ella para que adornase su villa de Tívoli. Me resultaría interesante, por cierto, saber si en esa época aún conservaba su cabeza original; no la tenía, sin duda, cuando pasó al Museo Gregoriano Egipcio de los Museos Vaticanos en 1738.

Dicha excelente factura corresponde a la altura social del personaje, que en sus cargos y actuaciones públicas se nos presenta a sí mismo como una de las figuras más prominentes de la época de cambio de régimen que le tocó vivir (POSENER 1936, pp. 164-167; CARDONA 2013, pp. 3435). Las suyas son funciones públicas reseñadas de una manera escueta que oculta cuidadosamente el orgullo por haberlas realizado de este alto funcionario que presume ―como quien no quiere la cosa― de su probidad. Se trata de una enumeración que nos ofrece información de primera mano sobre las decisiones sociopolíticas que fueron consideradas esenciales en el paso, necesariamente traumático, de una dinastía local (la saíta XXVI) a otra extranjera (la XXVII aqueménida).

Estas actuaciones, tendentes a restablecer la normalidad en el territorio recién anexionado, fueron las siguientes:

   Líneas 1-3; 46-48. Udjahorresnet se presenta a sí mismo, en primer lugar, como médico real. La mención de este importante cargo oficial se repite hasta tres veces, una vez en cada una de las tres líneas iniciales; y Udjahorresnet volverá a recordarnos que él ostentó este cargo tan cercano al faraón hasta ocho veces más ―once en total, pues, señal de la gran importancia que Udjahorresnet le concedió a este su cargo de «jefe de los médicos [de Egipto]» (POSENER 1936, p. 24; CARDONA 2013, p. 35)―, dos de ellas (líneas 46; 48) precisamente en las tres solemnes líneas conclusivas de la inscripción.

   Líneas 7-8. Más cargos palaciegos de Udjahorresnet: príncipe, canciller real, único compañero del monarca, escriba y jefe de escribas, administrador del palacio real.

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   Líneas   9-10.          Comienzan       las    actuaciones       de Udjahorresnet desde cargos políticos ya exteriores al palacio: es el jefe supremo de la armada real egipcia bajo Amosis II (570-526 a. C.) y bajo Psamético III (526525 a. C.). Podemos suponer que es en este punto temporal ―el almirante egipcio bajo el derrotado Psamético pasa a ser la mano derecha del victorioso conquistador extranjero Cambises― cuando comienza la carrera político-administrativa de Udjahorresnet como funcionario «colaboracionista» de los invasores persas, es decir, como sostén, en nombre de la oligarquía local, de la política aqueménida de apaciguamiento y amplio autogobierno de los pueblos conquistados que hemos detallado en las páginas anteriores (POSENER 1936, p. 165).

   Líneas 12-13. Tras su conquista, Cambises II (530-523 a. C., faraón desde el 525 a. C.) confirma a Udjahorresnet como médico real, además de ratificarlo como administrador supremo del palacio real, es decir, su más cercano colaborador. En consonancia con dicha posición, Udjahorresnet es el encargado de componer la titulatura real del nuevo faraón, un acto de especial relevancia en orden a la continuidad de las costumbres egipcias bajo la autoridad aqueménida, que con este acto ritual confirma su respeto escrupuloso de las mismas (POSENER 1936, pp. 12; 170; SERRANO 2004, pp.
36-38).

   Líneas 17-23; 25-27; 29-32. Este es el punto focal de la inscripción, por consignarse en él la medida sociopolítica más importante tomada por Cambises al inicio de su reinado. Este, por indicación de Udjahorresnet, ordena el desalojo de los soldados acantonados en el témenos del santuario de Neit ―considerado un santuario nacional por los faraones de la precedente dinastía saíta (SERRANO 2004, p. 48)―; con ello los sacerdotes pueden retornar y la liturgia diaria de la diosa puede ser reanudada. Cambises, por otra parte, al postrarse piadosamente, «en persona» (línea 25), ante la diosa, revitaliza mediante su sanción real el culto nacional de Neit en Sais; además, con estas actuaciones Cambises deja asegurada la viabilidad económica del santuario, al reanudarse el flujo de ingresos del templo (líneas 22; 31; SERRANO 2004, pp. 33-34; 39-40). En todas estas devotas actuaciones vemos a un Cambises radicalmente diferente al déspota violento, caprichoso y sacrílego que nos pintan Herodoto ―«estaba loco», repite de mil maneras el historiador de Halicarnaso, III, 16; 27-29; 37― y Diodoro Sículo I, 46 (POSENER 1936, 168; SERRANO 2004, p. 34).

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Líneas 33-42. Además de tener a su cargo, al lado del faraón persa, la alta política del País del Nilo, Udjahorresnet, a raíz de «las tremendas calamidades que hubo en todo el territorio, desgracias como nunca se habían visto antes» (líneas 33-34; 40-42; 44), se comporta ―en una decena de líneas que repiten tópicos funerarios pluriseculares egipcios― como un benévolo «defensor del débil frente al fuerte» (líneas 34-35) y como universal benefactor de sus conciudadanos, sobre los que vela con mil dádivas diversas; y ellos le corresponden con su amor incondicional y su respeto. Dichas «tremendas calamidades y desgracias» pueden corresponder a los desórdenes inherentes a los primeros tiempos del establecimiento del poder aqueménida en Egipto o bien al interregno de revueltas que se produjo en el país entre el final del reinado de Cambises II y el comienzo del de Darío I (POSENER 1936, pp. 168-169).

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Líneas 43-45. Darío I el Grande (521-486 a. C.), al que Udjahorresnet ha acompañado al territorio persa metropolitano, hace volver, muy eficazmente protegido (línea 44), a su mano derecha a Egipto, en donde habrá de asumir la importante función de restaurar las «casas de la vida» o escuelas de escribas ―la inscripción no deja claro si de todo el país o únicamente de la capital, Sais, siendo esto último lo más probable (POSENER 1936, pp. 169; 175-176; SERRANO 2011, p. 483)―, lo que tiene un rol no sólo cultural y administrativo, sino también económico: «Su Majestad hizo esto porque conocía la utilidad de este arte […] para hacer perdurar los nombres de todos los dioses, sus templos y los ingresos de sus propiedades»
(línea 45; SERRANO 2004, pp. 43; 51).

Hasta aquí los actos oficiales de estabilización del dominio persa sobre Egipto en los que este alto funcionario «colaboracionista» estuvo involucrado; dado que el texto no menciona la visita que Darío I el Grande (entronizado en 521 a. C.) realizó a Egipto ca. 519/518 a. C. (SERRANO 2004, p. 43), podemos suponer con verosimilitud que la muerte de Udjahorresnet, así como la subsiguiente talla de su estatua funeraria naófora, se produjo poco antes de esta fecha.

PA’    POR      SI   QUIERE USTÉ SEGUIR LEYENDO:    LITERATURA SECUNDARIA UTILIZADA


   BRIANT 1983: PIERRE BRIANT, «Pouvoir central et polycentrisme culturel dans l’Empire achéménide. Quelques réflexions et suggestions», en HELEEN SANCISI-WEERDENBURG (ed.), Sources, Structures and Synthesis. Proceedings of the Groningen 1983 Achaemenid History Workshop, The Netherlands Institute for the Near East / Nederlands Instituut voor het Nabije Oosten (NINO), Leiden 1987, pp. 1-31.
   CARDONA 2013: BEATRIZ CARDONA ARENAS, Envejecer en el Antiguo Egipto. Una perspectiva médica, farmacéutica y cultural, Universidad Autónoma de Barcelona (Instituto de Estudios del Próximo Oriente Antiguo, tesis doctoral), Barcelona 2013.
   POSENER 1936: GEORGES POSENER, La première domination perse en Égypte. Recueil d’inscriptions hiéroglyphiques, Imprimerie de l’Institut Français d’Archéologie Orientale (Bibliothèque d’Étude de l’Institut Français d’Archéologie Orientale 11), El Cairo 1936.
   SERRANO 2004: JOSE MIGUEL SERRANO DELGADO,
«Cambises in Sais: Political and Religious Context in Achaemenid Egypt», en Cronique d’Égypte, 79 / 157-158, 2004, pp. 31-52.
   SERRANO 2011: JOSÉ MIGUEL SERRANO DELGADO, «Capítulo X. La Baja Época», en JOSÉ MIGUEL PARRA (ed.), El Antiguo Egipto. Sociedad, economía, política, Marcial Pons, Madrid 22011 [= 2009], pp. 463-493.

ESTATUA NAÓFORA DE

UDJAHORRESNET. TEXTO COMPLETO DE LA INSCRIPCIÓN


[Ignoro si existe ―realizada por especialistas en egiptología y no por aficionados bienintencionados como yo― alguna traducción de esta valiosísima inscripción al español; yo, al menos, desde Quito no he logrado encontrar ninguna, ni en físico ni en digital ―y que me perdonen los puristas del idioma, y asimismo Tot el de cabeza de ibis desde el cielo, por emplear, a falta de otros más concisos, estos dos nefandos «en…en…»―. Sí es posible toparse en Googleland con traducciones más o menos comentadas ―o al menos con referencias a las mismas― en inglés, italiano, francés, alemán... Para ofrecer, pues, esta versión a nuestra lengua, ignorante como soy casi por completo del egipcio antiguo, sencillamente he traducido el texto francés del egiptólogo Georges Posener (POSENER 1936, pp. 1-26), exhaustivamente comentado desde los puntos de vista filológico, cultural e histórico. Se trata probablemente de la mejor traducción de las existentes, razón por la que ha sido profusamente utilizada ―como he podido comprobar―, en diversos grados, de cara a la composición de varias otras versiones y/o comentarios en diversos idiomas]

1.         Ofrenda que da el rey a Osiris Hemag [= el Osiris de Sais]: miles de piezas de pan y cerveza, carne bovina y aves de corral, así como todo tipo de otras viandas buenas y puras, para el ka [= una de las partes de que está compuesta el alma humana, asimilable a la «fuerza vital» que diferencia a una persona viva de otra muerta] del honrado ante los dioses del nomo [= distrito] saíta, el médico real Udjahorresnet.
2.         Ofrenda que da el rey a Osiris, el que reside en Hetbjet
[= templo de Osiris situado en el nomo saíta, quizá en la misma Sais]: ofrenda funeraria de pan y cerveza, carne bovina y aves de corral, vasos de alabastro y vestidos, incienso y ungüentos y toda cosa buena para el ka del honrado ante todos los dioses, el médico real Udjahorresnet.
3.         ¡Oh, Osiris, Señor de la Eternidad!, el médico real
4.         Udjahorresnet te rodea con sus brazos a fin de
5.         protegerte. Ojalá ordene tu ka que él sea colmado con toda acción funeraria útil,
6.         de la misma manera que él monta la guardia tras tu templo por toda la eternidad.
7.         El honrado ante la gran Neit, la madre del Dios [= Ra], y ante los dioses de Sais, el príncipe, el canciller real, el único compañero,
8.         el verdaderamente conocido y amado por el rey, el escriba, el inspector de los escribas del tribunal dedet [= un tipo de corte de justicia], el jefe de los grandes escribas de la cárcel [menos verosímilmente, «del harén»], el administrador del palacio,
9.         el jefe de la armada real bajo el rey del Alto y del Bajo Egipto Hnemibra [= Amosis II], el jefe de la armada real bajo el rey del Alto y del Bajo Egipto
10.   Anhkaenra [= Psamético III], Udjahorresnet, hijo del administrador de las fortalezas, sacerdote hrjep, sacerdote renep, sacerdote hepetwedet, profeta de Neit, quien estuvo a la cabeza del nomo saíta, Peftuoneit,
11.   dice así [es Udjahorresnet quien habla]: «Vino a Egipto el Gran Rey de todos los países extranjeros Cambises, y los extranjeros de todos los países extranjeros venían con él. Cuando tomó posesión de toda esta tierra
12.   entera, aquí fijaron su residencia, y él se convirtió en gran soberano de Egipto y Gran Rey de todos los países extranjeros. Su Majestad me asignó la función de medico real
13.   y me hizo residir junto a él en calidad de compañero y de administrador del palacio, ordenándome componer su titulatura real, a saber, su nombre oficial de soberano del
Alto y del Bajo Egipto, Mesutira [o sea, «descendiente de Ra»]. Me aseguré de que Su Majestad fuese consciente de la grandeza de Sais:
14.   es la residencia de la gran Neit, la madre que dio vida a Ra y que inauguró los nacimientos cuando los nacimientos aún no existían; y [también me aseguré] de que fuese consciente de la grandeza de significado del templo de Neit: es el cielo en todos sus aspectos; y de que fuese consciente, asimismo, de la grandeza de las fortalezas de la Corona Roja [= la correspondiente al Bajo Egipto, en donde está ubicada Sais]
15.   y de todos los dioses y diosas que residen en ellos; y fue consciente de la grandeza de significado de Hetbjet: es la residencia del dueño y señor del cielo [= Osiris]; y fue consciente de la grandeza de significado de Resenet y de Mehnet, de la casa de Ra y de la casa de Atón [= estos cuatro templos saítas corresponden a los cuatro puntos cardinales: Resenet, sur; Mehnet, norte; la casa de Ra, este; la casa de Atón, oeste]: son los misterios de todos los dioses».
16.   El honrado ante el dios de su ciudad [= Osiris] y ante todos los dioses, el príncipe, el canciller real, el único compañero, el verdaderamente conocido y amado por el rey,
17.   el médico real Udjahorresnet, nacido de [su madre] Atemirtis, dice así: «Me quejé
18.   ante Su Majestad el rey del Alto y del Bajo Egipto Cambises con respecto a todos los extranjeros que se habían instalado en el templo de Neit
19.   pidiéndole que fueran desalojados de allí, a fin de que el templo de Neit retomase el esplendor que tenía en tiempos anteriores; y Su Majestad ordenó desalojar a todos los extranjeros
20.   que se habían establecido en el templo de Neit, desmantelando todas sus casas y sacando todas sus inmundicias acumuladas en dicho templo. Cuando ellos se llevaron
21.   todos sus bienes fuera del recinto del templo, Su Majestad ordenó purificar el templo de Neit y que retornaran a él sus servidores
22.   [falta texto] …y los turnos de sacerdotes del templo; Su Majestad    ordenó      restablecer        los    ingresos   de     sus propiedades inalienables a la gran Neit, la madre del Dios [= Ra], y a los dioses que alberga Sais; Su Majestad ordenó
23.   que fuesen retomadas todas sus festividades y procesiones, tal como siempre se habían celebrado. Su Majestad tomó estas disposiciones porque yo había hecho que Su Majestad tomase conciencia de la grandeza de Sais, que es la ciudad
en la que todos los dioses han emplazado sus tronos por toda la eternidad».
24.   El honrado ante los dioses de Sais,
25.   el médico real Udjahorresnet, dice así: «El rey del Alto y del Bajo Egipto Cambises vino a Sais. Su Majestad vino al templo de Neit en persona, postrándose muy piadosamente ante Su Majestad [= Neit], como lo hizo antes cada rey; hizo una copiosa ofrenda
26.   de multitud de dones valiosos a la gran Neit, la madre del Dios [= Ra], y a los dioses que alberga Sais, como cada rey bienhechor ha hecho antes. Su Majestad realizó este acto porque yo había hecho a Su Majestad tomar conciencia de la grandeza de Su Majestad [= Neit],
27.   que es propiamente la madre de Ra».
28.   El honrado ante Osiris Hemag,
29.   el médico real Udjahorresnet, dice así: «Su Majestad dispuso cuanto resultaba útil y necesario en el templo de Neit; repristinó la presentación de libaciones al Señor de la Eternidad [= Osiris] en el interior del templo de Neit, como todos los reyes anteriores a él.
30.   Su Majestad llevó a cabo todo esto porque yo había informado a Su Majestad acerca de qué acciones útiles y necesarias habían sido hechas previamente en este templo por cada rey anterior, a causa de la grandeza de este templo, en el que todos los dioses han establecido su residencia por toda la eternidad».
31.   El honrado ante los dioses del nomo saíta, el médico real Udjahorresnet, dice así: «He restablecido los ingresos de sus propiedades inalienables a la gran Neit, la madre del Dios [= Ra], siguiendo
32.   las órdenes de Su Majestad, para toda la eternidad; he dispuesto asimismo [nuevas] fundaciones religiosas beneficiosas para Neit, la dueña y señora de Sais, como lo hace un criado
33.   respetuoso de su amo. Soy un benefactor de mi ciudad: he salvado a sus habitantes de las tremendas calamidades 
34.   que hubo en todo el territorio [de Egipto], desgracias como nunca se habían visto antes; he sido un defensor del débil
35.   frente al fuerte; he protegido al que estaba inseguro tras sufrir un incidente; hice por todos ellos toda suerte de acciones útiles cuando
36.   fue necesario actuar en su favor [es decir, con motivo de las «tremendas calamidades y desgracias» ya mencionadas en las líneas 33-34 y después en las 40-42 y 44]».
37.   El honrado ante el dios de su ciudad [= Osiris], el médico real Udjahorresnet, dice así: «He sido un hijo honrado por mi padre, alabado por mi madre
38.   y buen confidente de mis hermanos: los he aupado a la función de profetas y les concedí propiedades, de acuerdo a las órdenes de Su Majestad, para
39.   toda la eternidad; le construí una digna sepultura a aquel de entre ellos que no disponía de ella; me ocupé de toda su descendencia; defendí sus casas; tomé
40.   en favor de ellos toda resolución beneficiosa, como un padre lo hubiera hecho por sus hijos, cuando las desgracias se abatieron sobre
41.   este nomo, cuando las tremendas calamidades se abatieron
42.   sobre todo el territorio [de Egipto]».
43.   El príncipe, el canciller real, el único compañero, el que vive en todos, el profeta, el médico real Udjahorresnet, nacido de Atemirtis, dice así: «Su Majestad el rey del Alto y del Bajo Egipto Darío ―que eternamente viva― me ordenó volver a Egipto, estando Su Majestad en Elam tras haber llegado a ser el Gran Rey de todos los países extranjeros y gran soberano de Egipto, con el fin de restaurar la institución de la casa de la vida [= las escuelas superiores de escribas, que incluían la enseñanza de las ciencias y la literatura]
44.   [falta texto] …tras la calamidad. Los bárbaros me condujeron de país en país y me escoltaron hasta Egipto, como lo había ordenado el señor del Doble País. Actué según me había ordenado Su Majestad. Las doté [a las casas de la vida] con todo el personal necesario, consistente en bien nacidos; no había gente de baja extracción entre ellos; y los puse bajo la tutela de hombres todos sabios,
45.   [falta texto] …todos sus trabajos. Su Majestad ordenó que fuesen provistos de todos los medios necesarios para consagrarse a sus tareas, así que cubrí sus necesidades y les proporcioné todos los utensilios [del arte de los escribas] prescritos por los escritos antiguos, como siempre se ha hecho. Su Majestad hizo esto porque conocía la utilidad de este arte para sanar a todo enfermo [dado que la casa de la vida de Sais estaba especializada en la práctica médica (POSENER 1936, p. 24; CARDONA 2013, p. 35)] y para hacer perdurar los nombres de todos los dioses, sus templos, los ingresos de sus propiedades inalienables y los ritos de sus festividades por toda la eternidad».
46.   El médico real Udjahorresnet dice así: «Mientras viví fui honrado por todos mis amos sucesivos, quienes solían hacerme beneficiario tanto de objetos de oro como de todo tipo de deferencias útiles».
47.   Será un honrado ante Neit quien diga, en el futuro: «¡Oh grandes dioses que alberga Sais,
48.   acordaos de todas las acciones meritorias que realizó en su vida el médico real Udjahorresnet; haced vosotros, por vuestra parte, cuanto podáis en su favor, a fin de mantener incólume su nombradía en esta tierra por siempre jamás!».