jueves, 24 de marzo de 2022

"El águila": cuento de Leonela Fernández

 

EL ÁGUILA

Una de las noches de mayo, cuando una de mis hermanas cumplió un año más de vida, mi familia organizó una cena para conmemorar aquel día. La cena estaba compuesta por platos fuertes, carnes rojas y blancas, asadas y horneadas; acompañadas de papas, verduras, pastas; un gran menú, que pudo prepararse gracias a una mujer que se dedicaba al catering y era muy buena amiga de la familia. Una vez culminada la reunión, todos regresaron a sus hogares y yo me dispuse a descansar; al día siguiente debía levantarme temprano. Para poder dormir, tomé una de las medicinas para mejorar la digestión, había olvidado comentarles que comer en la noche me causa malestar y a veces no puedo dormir por el dolor; y esa ocasión sentía que había comido toda la carne que existía en el mundo, mi estómago parecía que reventaría en cualquier momento. En fin, era el día y noche de mi hermana, así que solo disfruté con todos. 

Ya en cama, mis ojos se entrecerraron poco a poco; la televisión se volvía borrosa. Escuchaba las voces de los actores que dialogaban cada vez más lejos y me perdía en un sueño profundo que mostraba mucha vegetación; era un bosque que albergaba mucha gente, de aspecto muy extraño. 

El don de mutar es de pocos en ese lugar. Vivir alejados y aislados de los demás no es algo que a muchos les guste. Un día se arriesgan a dejarse ver, a permitirles ver a los demás seres "normales" los dones que ellos tienen: mutar a su conveniencia, volar y transformarse en animales salvajes con plena conciencia. Otro día, los lugareños notaron que había cabañas perfectamente construidas, toda una aldea a lo lejos de la ciudad. Estaban bien distribuidos y organizados. Uno de los líderes de la ciudad, gritó: "¡Debemos quemar sus casas, así no tendrán que quedarse aquí!"  y fueron al bosque. Quemaron las casas. 

En la noche, cuando esos seres extraños volvían de su jornada de caza -gozaban de un gran apetito, eran capaces de comerse una vaca cada uno-, observaron el humo que salía de sus comarcas¡Parece que han quemado la ciudad entera!”, dijo uno de ellos. Cuando llegaron, vieron destruido su hogar: miles de años habían sido incinerados, sus familias se habían ido con las cenizas del viento de la noche. Estaban rotos por dentro y por fuera; no había nada que entrañar. No esperaron mucho tiempo. Se fueron a buscar otro lugar donde vivir su duelo y su vida. Uno de los ciudadanos que participaron en la masacre, preguntó: “¿Los eliminamos? No hubo respuesta. Por ello, él mismo se dirigió al lugar donde no había más que cenizas, lodo y recuerdos muertos de lo que un día fueron los monstruos de la selva, como les apodaron un grupo de jóvenes. El hombre notó que las llamas habían consumido el hogar de los seres que ellos habían expulsado, incinerando sus vidas; aunque no todos no estaban ahí en el momento del incendio, solo estaban sus mujeres, crías y mascotas, estas no eran más que los animales que la selva acogía. Mataron recuerdos, destruyeron vidas. El hombre divisó un águila, águila que al verlo en el lugar, se acercó a él, descendió y se posó en un árbol. Después tomó vuelo en dirección hacia donde se oculta el sol.  Antes de que inicie el vuelo, el hombre se había fijado en los ojos del águila y a su regreso a la ciudad llevó un mensaje: "Sé que volverán con ganas de venganza y les aseguro que lo harán". 

Eran las 3 y 20 de la mañana y me desperté de un salto.  Sentía mucha sed, me levanté de la cama, saludé a mi perrita y pensando en el sueño de película que había tenido, lo escribí en una de las notas de mi teléfono para no olvidarlo.  Me dirigí al refrigerador y tomé agua como si no hubiera hecho en todo un año. Volví a mi cama y continué escribiendo lo que soñé. Al finalizar, saqué una conclusión... Cada vez que tengo malestar estomacal y me dispongo a dormir, tengo sueños extraños… Entonces, cada vez que desee escribir algo fantástico, comeré hasta explotar y será algo rico junto a mi familia. 

                                                            Leonela Fernández Ochoa 

Foto: Cortesía de Radio Cristal. 

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